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Mostrando entradas de mayo, 2021

Dirigir Rol: No dejes de matar PJs

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  Hace no muchos días, participé en una discusión entre directores de juego sobre la cuestión de matar o no matar PJs. En ella había dos posturas claramente diferenciadas: la de los que afirmaban que los dados decidían y que el director de juego era un mero árbitro y la de los que defendían que el director de juego debía llevar a los personajes de un punto a otro de la experiencia narrativa, sufriendo pero no muriendo… o muriendo sólo si esa muerte resultaba significativa o épica para la trama. Cómo no, se abordó el asunto de los encuentros y el equilibrio de los combates en estos. Los directores-árbitros abogaban por la dictadura de lo que establecían los dados mientras que los directores-narradores abogaban por encuentros balanceados que diesen cierta facilidad, o al menos buenas posibilidades a los personajes. Según defendían los narradores, el único combate realmente a vida o muerte debería encontrarse en el clímax de la historia. Después empezaron las clásicas pullitas de que

Draconis Tempora (One Shot): El Legado de los Liosalfar - de Chris Hind -

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  La exploradora humana Cece se encontraba a las afueras del pequeño pueblo de Rillford. A su lado estaba el preocupado Áladon, un semielfo que servía como sacerdote a la diosa Chauntea; deidad de la agricultura. El campo del oeste estaba en   barbecho, y el del este estaba destrozado por completo. Diez días atrás había caído una terrible granizada con aerolitos del tamaño de piedras de honda, destruyendo la cosecha de invierno. Aunque la situación era dramática, la gente del pueblo esperaba poder subsistir a base de apretarse el cinturón. El futuro del pueblo iba a depender de la siembra de primavera y la cosecha de otoño. Pero después de los impuestos y de hacer el pan necesario para sobrevivir, poco grano quedaría para plantar, por lo que el molinero Werthan había partido hacia la ciudad de Arabel con los ahorros de todo el pueblo para comprar grano con que sembrar en primavera. El caso es que el regreso del molinero se había demorado más de una semana. Algunos pensaban que ha

Gestión de la Mesa: Mamá, el Máster me quiere matar

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  Sentarse en la mesa del Máster (Director de juego, Narrador, lo que sea…) es algo un poco más duro de lo que uno pudiera pensar, o quizá sí se piensa y por eso nadie quiere dirigir (malditos). Hay que estar pendiente de que la trama no se convierta en un sindiós, preparar un poco las sesiones y, en ocasiones, apagar fuegos en la mesa. Esto último se hace exponencialmente más estresante cuando no dirigimos a nuestros colegas de toda la vida sino a gente con la que apenas tenemos trato. Hace unos días, durante una partida de D&D en la que participo como jugador, los miembros del grupo estábamos explorando unas extrañas ruinas que encontramos en el desierto athasiano. En un momento dado, cuando nos hallábamos en el subsuelo del complejo, fuimos atacados por un grupo de hej-kin (no se trata de una variedad de skinheads, sino de unos humanoides viles de piel parduzca, afiladas garras y orejas puntiagudas). El grupo lo pasó un poco mal y, la situación parecía desesperada. Entonces,

Slaves of Darkness: Aullidos para el Príncipe del Verano

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  Yatebuth, el ángel caído más conocido como Yate Rogan en La Ciudad, estaba intranquilo. Los rumores de aquella pequeña guerra civil entre las hadas del Distrito 22 le tenían preocupado. No es que le importase mucho en realidad lo que les ocurriese a esos “purpurinas” ni que se matasen entre ellos, pero le habían llegado informaciones preocupantes acerca de las arengas del nuevo Príncipe del Verano: el señor de las hadas del Distrito 22 había prometido a los suyos expulsar a los caídos del Distrito 21 y hacerse con el control de la barriada. Así, Yate decidió aparcar su negocio de snuff movies y convocar una reunión de su antigua legión, la que ahora controlaba el 21, para alertar a su líder de lo que podría estarse gestando. Así, los caídos se reunieron en el sótano del bar Lost Eden y Yate pudo poner a Aziel (Azz en La Ciudad) al corriente de sus sospechas. Sus congéneres no parecieron tomarse muy en serio las inquietudes de Yate, sin embargo, el hecho de que un par de hadas int