El Secreto de Ephestus (1/1)

En una de las innumerables subsecciones de la megaciudad orbital de Alainna 5, dos hombres tomaban una barata imitación de café a primera hora de la mañana mientras la ventana falsa de la cafetería emitía la imagen holográfica de Bathi, el gigante gaseoso en torno al cual orbitaba la enorme estación espacial.

Patrick era un ex agente de la compañía de seguridad Black Sword que llevaba algún tiempo sin trabajar desde que, en su último destino, fuese tiroteado por unos narcos y dejado por muerto. Como recuerdo de aquello, pesadillas cada noche y una mano biónica de un modelo algo desfasado.

Joseph, por su parte, era un netrunner: uno de aquellos tipos que hackeaban las redes. Él trabajaba por encargo y no le iba mal, al menos hasta que le pillaron colándose en un servidor imperial y tuvo que pasar seis largos meses en un penal del planeta Sk'Zoni.

La situación de ambos era mala. Ni siquiera les llegaba el dinero para pagar el alquiler a final de mes, así que tendrían que abandonar sus respectivos cuchitriles que, pese a denominarse apartamentos, eran poco más que pequeñas habitaciones con un retrete. Ninguno quería acabar como todos aquellos desgraciados que vivían en los túneles de servicio de la estación. Tras hablarlo un rato, decidieron buscar conjuntamente algún trabajo para ganar algunos créditos.

Alainna 5 era como cualquier megaciudad orbital: o no había mucho trabajo, o el trabajo era una mierda mal pagada. Pese a estar en los límites entre la Confederación de Sistemas Emancipados, a la cual estaba afiliada, y el Imperio Terrestre, no se habían producido incidentes en los últimos años y Alainna carecía de la atmósfera tensa propia de otros puntos fronterizos.

Patrick se dio una vuelta por los muelles del espaciopuerto donde, por casualidad, reconoció a un antiguo compañero de Black Sword. Si bien Patrick sabía que su antigua empresa se encargaba de la seguridad de Alainna 5, hasta ahora no se había topado con ningún conocido. Charles, que así se llamaba su ex compañero, le prometió que le avisaría si se enteraba de algún trabajo. También le dijo que la nueva directora de seguridad de la estación, Veronica Xu, les estaba presionando para que hubiese mayor presencia de seguridad en la estación, aunque Charles desconocía el motivo.

Patrick había oído hablar de Veronica Xu. Era una operativa de la CSE que tenía fama de emplear tanto el chantaje como la violencia quirúrgica sin que le temblase el pulso. Un mal bicho.

Mientras su compañero pateaba los muelles, Joseph estaba en su apartamento, tumbado sobre la cama mientras usaba su pad de datos para navegar en la dark web en busca de trabajos. Sopesó algunos trabajos relativos a pequeños sabotajes o palizas por encargo pero, finalmente, llamó su atención uno que prometía diez mil créditos a quien quisiera hacer un trabajo y no hiciera demasiadas preguntas. Sonaba al clásico marrón que apesta a chamusquina. Pero era mucha pasta, y eso era justo lo que Patrick y él necesitaban.

Se citó con el contacto en uno de los bares de mala muerte del espaciopuerto. Luego, llamó a Patrick y quedó con él a un par de calles del lugar. Juntos, entraron en aquel antro de estibadores, camellos y prostitutas.

Tal y como les había dicho, el contacto les esperaba sentado en una mesa del fondo, junto a la enorme pecera donde un extraño pez bicéfalo nadaba perezosamente en un fluido rosado. El tipo, un hombre maduro con ropas de estibador demasiado limpias, bebía una copa de algo fluorescente.

Somos los del trabajo —dijo Joseph.

Su cliente les dijo que tomaran asiento antes de pedir que se identificasen colocando el pulgar sobre el pad de datos que les tendió. Aunque Patrick se mostró algo reacio al principio, finalmente ambos lo hicieron. Mientras Joseph abrumaba al tipo con un montón de cháchara tecnológica sobre que había trabajado en el diseño de algún modelo de pad, Patrick pudo echar un vistazo alrededor y percatarse de que había hasta cuatro tipos demasiado pendientes de ellos, sentados en dos mesas bastante separadas. Los hombres, con ropas de estibadores, llevaban un peinado y afeitado demasiado pulcro que, unido a su complexión física, les delataba como militares o ex militares.

Cuando Patrick se lo hizo notar al cliente, este le restó importancia diciendo que Alainna no era un lugar tan seguro como parecía y que cualquiera hacía bien en tomar medidas para su autoprotección. Mientras el cliente hablaba, Joseph pudo percibir un ligero acento imperial en su voz.

Una vez el cliente hubo comprobado, con satisfacción, los expedientes de ambos, procedió a hablarles del trabajo.

Al parecer, un netrunner llamado Ephestus había reaparecido tras años de silencio. Joseph conocía ese nombre: era una leyenda en la red por sus ataques tanto a servidores del Imperio como de la CSE. Muchos netrunners hablaban de él con una admiración casi religiosa.

Al parecer, una cámara de seguridad había hecho un reconocimiento facial hacía un par de semanas cuando el hacker había accedido a través de una de las exclusas que daban a los túneles de servicio de la megaestación. El cliente les dijo que Ephestus poseía cierta información en su implante cerebral. La prioridad era el implante, el propio Ephestus era secundario.

Los compañeros negociaron un rato con el cliente que, si bien no les quiso anticipar dinero, sí aceptó abonar un buen bonus si el trabajo se hacía rápido y sin levantar mucho revuelo. Cerraron el acuerdo con un apretón de manos.

Así, tras salir de aquel antro, Joseph entró en la dark web para contactar con un pequeño traficante de armas que le vendió una pistola y algo de munición para Patrick. Uno no sabía cuándo un trabajo podía comenzar a torcerse.

Ambos pensaron que sería de utilidad conocer el expediente que la CSE tenía sobre Ephestus. Para ello, Joseph necesitaba conectarse físicamente al cableado de alta seguridad de la estación, para lo que tendrían que bajar a los túneles de servicio. Ya que aquellos túneles eran el último lugar donde se había visto a Ephestus, no les pareció mala idea.

Patrick hizo una llamada a su ex compañero Charles, ya que sabía que algunos agentes de Black Sword aceptaban mordidas por ayudar a gente a colarse en los túneles. Como era de esperar, Charles le dio largas por el pad, pero quedó con él en un tugurio de los muelles espacioportuarios.

Mientras Joseph esperaba fuera, Charles le contó a Patrick que conocía a un tipo que les podía colar en los túneles. Cuando preguntó qué les llevaba ahí, Patrick divagó sobre un trabajo de poca monta. Durante la conversación, Patrick pudo averiguar que la nueva directora de seguridad de la CSE había enviado agentes a los túneles, aunque Charles no poseía el rango suficiente como para saber qué narices estaban buscando.

De ese modo, tras reunirse en el exterior con Joseph y hacer las pertinentes presentaciones, Charles les llevó hasta un cercano taller donde unos mugrientos operarios se afanaban en reparar algunos arcaicos motores de combustión. El dueño, que prefirió que ninguno dijese su nombre, acordó dejar pasar a Patrick y Joseph por doscientos créditos tras regatear un poco con Patrick.

Aquel tipo retiró una de las mesas de trabajo para dejar al descubierto un enorme agujero cortado en el suelo. Para aquello se había empleado un cortador de plasma, no cabía duda, ya que había atravesado tanto el suelo como la gruesa pared de lo que parecía un enorme conducto de ventilación.

Bajaron a un amplio conducto tubular iluminado por lámparas led ancladas a las paredes cada veinte metros que arrojaban una luz mortecina. El aire olía a óxido y se notaba una leve brisa producto del aire movido por las enormes turbinas de la estación. No tardaron en ver a los primeros sintecho tirados en los laterales del túnel, dormitando sobre mugrientas colchonetas mientras hablaban solos o se abandonaban al sopor del alcohol o las drogas sintéticas.

Aunque les llevó un rato, finalmente Joseph encontró una escotilla que, a través de una estrecha escalera descendente, les llevó hasta un pequeño túnel de cableado. Allí, gracias a una caja de conexiones no demasiado bien protegida, logró colarse en los servidores que la CSE mantenía en aquella megaestación.

No tuvo demasiados problemas en descargarse el expediente de Ephestus pero, cuando se hacía con los planos de la estación, fue detectado por el sistema anti intrusión de los servidores. Era consciente de que no pasaría mucho hasta que un puñado de agentes se presentasen en aquellos túneles para dar con el hacker responsable de la intrusión. Maldiciendo entre dientes, Joseph decidió apurar el tiempo y descargar los códigos de acceso del personal de mantenimiento para que pudieran moverse sin trabas por los túneles.

Mientras volvían a los túneles de ventilación y apretaban el paso, Joseph transfirió todo lo descargado al pad de datos de Patrick. Luego, decidieron intercambiar sus ropas con unos mendigos, que parecieron bastante agradecidos. Cuando ya estaban bastante lejos de allí, los compañeros escucharon los sonidos de disparos en el túnel, demostrando que posiblemente aquellos sintecho no habían hecho demasiado buen negocio. Patrick y Joseph echaron a correr.

No tardaron en dar con una compuerta que, según los planos, llevaba al exterior. Joseph usó los códigos de mantenimiento descargados para abrirla sin problemas. Por desgracia, nada más salir se toparon con un trío de drones de la CSE que, con su voz automatizada, les ordenaban echarse al suelo y aguardar la llegada de agentes.

Lejos de hacer esto, los compañeros respondieron disparando sus armas contra los aparatos, llegando a dejar bastante maltrecho uno de ellos. Los drones devolvieron a cambio una lluvia de pequeños dardos, uno de los cuales se alojó en el hombro de Joseph. El netrunner era consciente de que acababa de ser marcado con un dardo localizador que solo podía ser extraído quirúrgicamente.

A toda prisa, retrocedieron hacia la compuerta y la cerraron para evitar que los drones les siguiesen. Lamentablemente, comenzaban a llegarles sonidos desde el túnel: gritos y pisadas de agentes de Black Sword acercándose rápidamente.

Sin tiempo que perder, los compañeros abrieron una escotilla lateral que daba acceso a un subconducto tan estrecho que se vieron obligados a avanzar a gatas. Si los planos eran correctos, deberían desembocar en un túnel de conducción de aguas fecales. Debían darse prisa, porque no tardaron en comenzar a escuchar el inconfundible zumbido de las turbinas de un dron a sus espaldas.

Tras abatir una endeble rejilla metálica, cayeron desde unos dos metros de altura a un túnel inundado de aguas negras hasta la altura de la cintura. Asqueados y al borde del vómito, aún tuvieron tiempo de ver surgir el dron por la apertura del subconducto.

Mientras el dron trataba de alcanzar sin éxito a Patrick con alguno de sus dardos localizadores, ambos compañeros dispararon sin tregua contra el aparato, reduciéndolo en un momento a un montón de inservibles pedazos de plástico y metal.

Apenas se habían alejado unos metros de allí cuando un agente de Black Sword asomó por la apertura. Tras dar el alto a los compañeros, ni siquiera aguardó a ver si estos obedecían, limitándose a abrir fuego con su subfusil. Joseph gritó al ser alcanzado por una de las balas, mientras que Patrick lograba ponerse a salvo al sumergirse en aquel caldo marronáceo que era más heces y orina que propiamente agua.

Entre protestas, el agente fue empujado al túnel por aquellos que le seguían. Mientras los compañeros vadeaban aquel inmundo líquido, los cuatro agentes de Black Sword se preparaban para seguirles.

Lograron tomar una de las bifurcaciones del enorme conducto mientras las balas silbaban a su alrededor, poniendo algo de distancia con sus perseguidores. Mientras avanzaban trabajosamente, siempre con las voces de los agentes tras ellos, Joseph trataba de enmascarar la señal del localizador subcutáneo empleando uno de sus dispositivos de hackeo. Aquello les dio solo un poco de tiempo más.

Finalmente, los cuatro agentes de Black Sword les dieron caza. Se produjo un corto intercambio de disparos que terminó con Joseph acribillado por una ráfaga de subfusil, desplomándose sin vida sobre aquellas aguas fecales para acabar sumergiéndose poco a poco en ellas.

Patrick arrojó el arma, dejándose capturar sin oponer resistencia. Las torpes explicaciones que trató de dar fueron ignoradas por los agentes, aunque sí se mostraron sorprendidos al descubrir que el detenido había trabajado para Black Sword.

Arrastraron a Patrick fuera de aquellos túneles para subirlo, engrilletado, a la parte trasera de un diminuto furgón de seguridad. Abordo, fue trasladado hasta la base operativa de Black Sword en la megaestación de Alainna 5, donde le arrojaron a una celda con otros cuatro detenidos.

La selecta compañía de Patrick se componía de dos toxicómanos, un pandillero y un tipo alto y fuerte que apestaba a militar. El tipo enorme, un tal John, resultó ser un ex marine imperial proveniente de familia militar que, tras ser expulsado del ejército, había acabado dando tumbos hasta llegar a Alainna 5. Algún tipo de altercado relacionado con su mal carácter había terminado con el tipo en aquella celda.

Justo cuando John, el marine, trataba de sobornar al agente de Black Sword que vigilaba las celdas, apareció Charles para ver a Patrick. Su ex compañero se mostró muy preocupado por los expedientes de la CSE que, al parecer, los informáticos habían encontrado en el pad de Patrick. Verónica Xu estaba en camino, y eso no eran buenas noticias.

En ese momento, John decidió aprovechar que Charles se había acercado lo suficiente a los barrotes e intentó agarrarle. Ambos forcejearon mientras el ex marine trataba de agarrar la tarjeta-llave de Charles. Finalmente, el agente de Black Sword logró zafarse del agarrón y alejarse de los barrotes al tiempo que avisaba al otro agente encargado de la zona de celdas.

Los ánimos parecieron serenarse, pese a que John fue informado de que su situación acababa de complicarse terriblemente con aquella agresión a un agente de Black Sword.

¡Te vas a pudrir en un puto penal orbital, cabrón! —le aseguró Charles.

Mientras, dos agentes aparecieron en el lugar para esposar a Patrick y llevarle a una de las salas de interrogatorio, donde pronto se vio ante una mujer de mediana edad y rasgos orientales. Verónica Xu no tardó en explicar a Patrick lo delicado de su situación tras haber hallado material confidencial de la CSE obtenido de forma ilegal.

En un esfuerzo por salvar el cuello, Patrick le contó a Verónica que él y su difunto amigo Joseph habían sido contratados para hacerse con el implante neuronal de Ephestus. Asimismo, informó a la directora de seguridad de que aquel cliente anónimo que les había contratado seguramente era un imperial. Este último punto pareció llamar la atención de la mujer.

Verónica Xu le aseguró que la CSE valoraba altamente su espíritu de colaboración y que, gracias a ello, Patrick apenas cumpliría un año o dos en algún penal del sistema Bekha. Un minuto más tarde, dos agentes arrastraban al descorazonado Patrick de vuelta a su celda.

Una vez se hubieron quedado a solas con el agente a cargo de las celdas, Patrick trató de jugar la baza de la intimidación, amenazando al hombre con represalias si no le facilitaba la huida. Lejos de parecer amedrentado, el agente de Black Sword comenzó a burlarse del prisionero.

Apenas un par de horas después, otro par de agentes apareció en las celdas para engrilletar a Patrick, John y uno de los toxicómanos de la celda. Les condujeron a través de un largo pasillo hasta un patio exterior donde les subieron a uno de aquellos furgones cuyo habitáculo trasero era tan estrecho que los tres prisioneros viajaban solos y bastante apretados.

Ya de camino —presumían que al espaciopuerto— el toxicómano comenzó a hacer esfuerzos para vomitar. Un momento más tarde, aquel tipo expulsaba entre vómitos y bilis un pequeño pedazo de alambre que debía haberse tragado en algún momento. Con bastante destreza, lo utilizó para hacer un cortocircuito en la cerradura electrónica de sus grilletes. Luego, con ayuda de John, pudo liberar sus manos. Repitieron la operación hasta quedar libres.

Tras comprobar que no podrían forzar el cierre de la puerta trasera del furgón, Patrick y John decidieron probar a embestirla. Tal y como habían sospechado, el cerrojo no soportó la acometida conjunta de aquel par de tipos grandes. Las puertas traseras se abrieron de golpe y ambos cayeron a rodar sobre el pavimento sintético. Por suerte, las calles de la megaestación eran estrechas y siempre estaban atestadas de peatones, por lo que el vehículo iba bastante despacio y no se hicieron demasiado daño.

Mientras se ponían en pie, algo aturdidos, escucharon abrirse las puertas delanteras del vehículo al tiempo que el toxicómano se perdía corriendo entre la gente. Los dos hombres de Black Sword que habían ocupado la parte delantera del furgón se aproximaban a ellos blandiendo sendas porras eléctricas.

A aquellas alturas, ni Patrick ni John tenían demasiadas ganas de pelea, de modo que echaron a correr entre el gentío. Poco a poco, dejaron de escuchar los gritos y amenazas de sus perseguidores, pudiendo derrumbarse a tomar aliento en uno de los pasillos secundarios de la megaestación.

Tras hablarlo un rato, decidieron que la única opción de ambos pasaba por terminar el trabajo que el cliente anónimo le había encargado a Patrick, coger el dinero y salir de Alainna 5 de forma clandestina a bordo de alguna nave contrabandista.

Así, se encaminaron hacia aquel taller del espacipuerto por el cual Patrick y su difunto amigo Joseph habían accedido a los túneles aquella misma mañana. Por desgracia, era tarde y el local estaba cerrado. No les costó demasiado encontrar un hostal barato que hiciese la vista gorda con la identificación de huéspedes para que pudiesen pasar la noche.

Visitaron el taller por la mañana, y Patrick trató de que John y él accediesen por un total de ciento cincuenta créditos. Tras reírse por la sugerencia, el dueño les indicó que, dado que Black Sword les buscaba, iban a pagar doscientos créditos cada uno. Cuando Patrick elevó el tono de la conversación, apareció uno de los operarios del taller empuñando una escopeta recortada.

Accedieron pagando doscientos cincuenta créditos cada uno.

Tras pagar, bajaron a los conductos de ventilación, donde no tardaron en toparse con algunos de los sintecho que Patrick había conocido el día anterior. Los vagabundos les contaron que los agentes de Black Sword habían acribillado a tiros a aquellos indigentes a los que Patrick y Joseph les habían intercambiado la ropa.

Además, al describirles a Ephestus, descubrieron que uno de los sintecho le había visto hacía un par de semanas. Según dijo, el netrunner estaba malherido y se había internado en los túneles de servicio en busca de un sintecho llamado Milo.

Aunque el vagabundo no parecía muy dispuesto a decirles quién era ese tal Milo y dónde podían encontrarlo, un par de fuertes bofetadas de John acabaron por hacerle cambiar de opinión. Les dijo que solo sabía que se trataba de otro sintecho y que podrían encontrar a Milo en un túnel de ventilación del sector Este 5.

Se dirigían hacia allí, cuando se toparon con uno de los drones de la CSE, que recorría el túnel de servicios en sentido contrario. Aunque trataron de pasar desapercibidos, el aparato pareció reconocer a Patrick, disparándole uno de sus dardos localizadores, que falló por poco.

Rápidamente, John saltó para agarrar el dron, que puso sus turbinas a máxima potencia para intentar liberarse. Mientras, Patrick lo golpeaba una y otra vez con sus propias manos, arrancando pedazos de fuselaje plástico. Finalmente, con un rugido de furia, John estampó el aparato contra una de las paredes del túnel, haciéndolo añicos.

Por desgracia, parecía que el dron había tenido tiempo de dar aviso, pues dos agentes de Black Sword llegaban en ese momento por el túnel disparando sus subfusiles. Lejos de huir, Patrick y John se arrojaron a toda carrera hacia los hombres armados, que parecieron desconcertados por un momento, disparando sendas ráfagas de subfusil que no llegaron a acertar a ninguno de aquellos dos locos que corrían hacia ellos.

Con bastante habilidad, Patrick arrebató el subfusil a uno de los agentes. El hombre se rehízo como pudo y ambos quedaron agarrando el fusil en un forcejeo que dejó escapar algunas ráfagas de fuego que acabaron por acribillar a un par de sintechos del túnel. Por su parte, John no logró hacerse con el arma de su oponente, estando a punto de perder la oreja cuando este disparó el arma.

Patrick dobló el brazo de su rival, haciendo que el arma hiriese la pierna del agente al dispararse. Justo a la vez, John se hacía por fin con el subfusil del otro agente: dos ráfagas cortas reverberaron en el túnel en un instante. La primera acribilló al agente frente a John, la segunda destrozó el cuerpo del oponente de Patrick.

John cerró los ojos e intentó mantener la calma. Tenía la adrenalina por las nubes y se sentía a punto de perder el control. Finalmente, logró rehacerse.

A pesar de que los uniformes de los agentes estaban llenos de sangre y agujeros, decidieron ponérselos. Era probable que, al menos de lejos, dieran el pego el tiempo suficiente como para darles alguna oportunidad si se cruzaban con personal de Black Sword.

Los dos compañeros continuaron su periplo por los túneles hasta llegar al sector Este 5 donde, después de que John abofetease a otro sintecho, encontraron a Milo.

Milo vivía en una especie de chabola construida contra una de las paredes del túnel de servicios, rodeado de un montón de basura tecnológica. No les costó demasiado darse cuenta de que aquel tipo estaba completamente loco. Aún así, no quería hablar de Ephestus, aunque ni siquiera tuvieron que amenazarle demasiado para que lo hiciese.

Además, averiguaron que Milo había sido un antiguo colaborador de Ephestus, quizá por eso fue a los túneles en su busca. El netrunner había llegado malherido diciendo que “Tenía una información que podía cambiar las cosas en Alainna 5, que lograría que esos cabrones de la CSE tuviesen que negociar”. Poco después, Ephestus murió. Según les dijo Milo, había arrastrado el cadáver fuera de los túneles y lo había puesto a cargo de una de las brigadas sanitarias de la megaestación.

Aquello explicaba por qué nadie sabía nada de Ephestus: los sintecho eran considerados escoria en la megaestación. Los operarios de las brigadas sanitarias ni se molestaban en identificar a los vagabundos muertos, simplemente recogían sus cuerpos para llevarlos al depósito donde, llegado el momento, serían compostados para nutrir los jardines de la estación.

Tras algunos minutos de conversación demencial con Milo, lograron convencer al antiguo netrunner de que les acompañase. La idea era que borrase sus expedientes en la CSE en cuanto lograran hacerse con un equipo de hackeo adecuado.

Los compañeros pensaron que no sería mala idea regresar al punto de los túneles donde habían abandonado los cuerpos del par de agentes de Black Sword a los que habían matado y robado los trajes. La mala suerte quiso que, al llegar allí, encontrasen a otro par de agentes revisando los cuerpos.

Patrick acribilló a uno de ellos con su subfusil, mientras que los disparos de John repicaron alrededor del otro que, instintivamente, retrocedió para escapar al tiempo que se llevaba la mano al comunicador para pedir refuerzos. Nunca lo hizo. Una nueva ráfaga de Patrick le llenó el cuerpo de agujeros.

Tomaron dos de los pads de los agentes mientras Milo rompía el resto entre carcajadas y frases como “Estamos matando al código”. Tras esto pusieron rumbo a uno de los túneles que, según intuían, no les dejaría demasiado lejos del depósito de cadáveres de la megaestación.

Usando las tarjetas de los agentes de Black Sword, salieron del túnel de servicio, no demasiado lejos de la morgue. Por desgracia, fueron detectados de nuevo por uno de los drones de la CSE. El aparato alojó uno de sus dardos localizadores bajo la piel de Patrick.

Armas en mano, los compañeros corrieron hacia las puertas del depósito de cadáveres seguidos de Milo. Un par de guardias de seguridad echaron mano a sus porras eléctricas, pero la visión de los potentes subfusiles les hizo arrojar las armas y marcharse corriendo de allí.

Encañonaron a la recepcionista que había en el vestíbulo quien, entre sollozos, les guió hasta un enorme pabellón donde había cientos de neveras frigoríficas. Aunque Ephestus no había sido identificado, pudieron dar con el código que se le había asignado gracias a que Milo recordaba el día y la hora en la que la brigada sanitaria había recogido el cadáver. Por suerte, aún no había sido compostado.

Patrick cargó el cadáver en una de las camillas que por allí había y obligaron a la recepcionista a indicarles dónde había otra salida. Así, se encaminaron a la parte trasera mientras empujaban aquella camilla a toda prisa.

Dieron a una puerta que no parecía vigilada y, tras bajar por un corto tramo de escaleras en el cual tuvieron que cargar en vilo la camilla, llegaron a un callejón donde podía verse la escotilla de acceso a un subconducto de mantenimiento. Por suerte, las tarjetas de los agentes de Black Sword también tenían acceso allí.

Aquel golpe de suerte, sin embargo, pareció frustrarse cuando escucharon el zumbido de los drones tras ellos. Sabiendo que no podrían huir de aquellos aparatos, menos aún con el localizador en el cuerpo de Patrick, se detuvieron.

En ese momento, le gritaron a los drones que querían hablar con Verónica Xu. Viendo que los aparatos solo repetían una y otra vez que se echasen al suelo en espera de la llegada de agentes, Patrick acercó el subfusil a la cabeza del cadáver de Ephestus y amenazó con destruir el implante neuronal. Los drones retrocedieron y les comunicaron que la directora de seguridad estaba en camino.

Dos agentes aparecieron por el subconducto desde el lado por el que habían entrado los compañeros y, al cabo de un rato, por el otro extremo hizo su aparición Verónica Xu acompañada de otros seis operativos de Black Sword.

Verónica les pidió que le entregasen el cuerpo de Ephestus. Los compañeros, por su parte, demandaron la limpieza de sus historiales, así como una suma que les permitiese iniciar una nueva vida. Si la CSE no cumplía, destruirían el implante.

La directora de seguridad se alejó un poco para hacer una llamada por su pad de datos. Un momento después, tras asentir levemente, se dirigió a los agentes de Black Sword.

Matadles.

Patrick volcó la camilla, con el cuerpo de Ephestus, para que sirviera de parapeto ante Verónica y los agentes de aquel lado. Mientras los compañeros se echaban al suelo, los tiros comenzaban a silbar en el subconducto, alojando decenas de proyectiles de subfusil en las paredes. Verónica desenfundó dos enormes pistolas cromadas y disparó también, abriendo dos enormes boquetes en la camilla.

Una ráfaga disparada por Patrick destrozaba el pecho de un agente que les disparaba desde el lado desprotegido. Mientras, John lograba alojar una bala en la cadera de Verónica Xu al mismo tiempo en que los subfusiles de dos agentes despedazaban el cuerpo de Milo.

La camilla se estaba llenando de agujeros y el cadáver de Ephestus, tras ella, comenzaba a recibir los proyectiles, salpicando de sangre a Patrick y John. Muchas balas seguían impactando en las paredes del subconducto, arrancando chispas y pedazos de metal.

Uno de los disparos de Verónica atravesó la camilla para destrozar la cabeza del difunto Ephestus. Con sorpresa, Patrick vio salir despedido el implante neuronal. Sin pensarlo dos veces, agarró el dispositivo para guardarlo en su bolsillo mientras John acribillaba a un agente con su subfusil.

En un momento dado, las paredes del subconducto no resistieron más impactos y se abrió una pequeña brecha hacia el espacio. La propia potencia de succión del vacío agrandó el orificio en cuestión de segundos, arrancando una gran porción de pared. Los drones, cuyas turbinas no eran capaces de afrontar algo así, salieron despedidos de inmediato por la apertura.

Los compañeros se agarraron a cables y tuberías mientras veían los cadáveres de Milo, Ephestus y los agentes ser absorbidos por la brecha. Un momento después, tres de los agentes aún vivos que no habían conseguido asirse con firmeza les seguían hacia una muerte en el vacío. Verónica y cuatro de sus agentes habían conseguido agarrarse a algo y permanecían resistiendo en el subconducto.

Las alarmas comenzaron a sonar y pronto una voz automatizada anunció que el subconducto iba a ser sellado para salvaguardar la integridad de la estación. Aunque uno de los agentes de Black Sword decidió que su salario no daba para tanto y comenzó a retroceder aferrándose a las tuberías, Verónica y los otros tres comenzaron de nuevo a disparar contra los compañeros.

Era difícil hacer blanco en aquellas condiciones: disparando a una mano y con la succión del vacío arrastrando los proyectiles. Trabajosamente, Patrick logró llegar hasta la escotilla a base de agarrarse con todas sus fuerzas a una pequeña tubería. John intentó seguirle, pero se estaba quedando atrás.

Una de las balas de Verónica Xu impactó en la espalda de John, que se convulsionó soltando los cables a los que estaba aferrado. Quizá muerto, quizá aún con algo de vida, su cuerpo fue expulsado al exterior del subconducto para perderse en el espacio.

Patrick, ya a salvo, vio como dos enormes puertas acorazadas sellaban el conducto. A través del ventanuco de cristal blindado, pudo ver el rostro de Verónica Xu dedicándole una mirada furiosa. Poco después, la falta de oxígeno la haría morir horriblemente junto a sus hombres. Sin oxígeno ya en el subconducto, no había succión, así que sus cuerpos quedaron flotando mansamente en ausencia de la gravedad artificial.

Patrick gritó, gritó con todas sus fuerzas mientras aporreaba la pared. Tardó unos momentos en volver en sí y marcharse de allí antes de que llegasen más agentes.

Tras hacer que un médico con la licencia suspendida le retirase el localizador por algunos créditos, Patrick pasó un par de días escondido. Luego, gracias a un conocido, pudo acceder al contenido del implante neuronal de Ephestus.

Para su sorpresa, el implante contenía los protocolos para la desactivación de las defensas automáticas de Alainna 5. Ahora entendía el interés de los imperiales en aquello: con esos códigos podrían tomar la megaestación sin demasiado esfuerzo. Un plan se perfiló en la cabeza de Patrick.

Llamó a Charles desde un local de videollamadas. Le dijo lo que tenía en su poder y lo que quería a cambio: una nueva identidad que estuviese completamente limpia y un millón de créditos. Charles que, evidentemente, no podía autorizar tal cosa le pasó con un tal Willmer, que parecía ser el nuevo director de seguridad de Alainna 5 tras la muerte de Verónica Xu.

Un par de días después, Patrick se encontraba a bordo de una nave contrabandista, observando como la megaestación Alainna 5 se alejaba en el espacio. Echó una mirada a su pad de datos, concretamente a su cuenta bancaria.

Sonrió al ver ese millón de créditos.

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