Veneno en la sangre (T3) - Viejos enemigos (5/X)
Los compañeros no habían conseguido del Consejo de la Hoja la tan ansiada alianza con los elfos para el rey Amodius, principalmente por la oposición del Consejero Viccard. Sin embargo, sí consiguieron ganarse algo del favor de otros consejeros tras ayudar a evitar la matanza que varios elfos infectados del sarpullido negruzco estuvieron a punto de perpetrar en las calles de Lilaena Edhil. Y por fin, había llegado el momento de que Lyrendë les explicase quién era esa tal Durriele cuyo nombre habían pronunciado los infectados.
Cuando Ingoff volvió a insistir en sus sospechas respecto a aquello, Lyrendë le confesó que no podía descartar nada, pero Viccard era quizá el miembro más influyente del Consejo de la Hoja debido a su reputación como héroe guerrero y su caso era aún más delicado que el de la propia Durriele.
Fuera como fuese, necesitaban pruebas.
Lyrendë les explicó que Durriele había sido criticada por otros magos debido a su costumbre de investigar antiguos rituales que algunos consideraban peligrosos, lo que hacía bastante factible que se encontrase tras el alzamiento de no muertos. También les explicó que había estado indagando sobre los movimientos de aquella mujer en los últimos días, descubriendo que algunos aseguraban que Durriele había estado actuando de forma errática y ausente en la última semana.
Según las últimas informaciones de Lyrendë, Durriele se había retirado a su palacete en el interior del Bosque de Mirie. La maga pidió a los compañeros que la acompañasen a investigar en secreto. La maga no quería llevar a ninguno de sus hombres por miedo a que alguno filtrase sus intenciones: ahora no podía fiarse de los suyos, pues le era evidente que la corrupción de Yzumath se había extendido incluso en los más altos círculos del pueblo elfo.
Los compañeros aceptaron gustosos, con lo que todos convinieron que lo propicio sería abandonar Lilaena Edhil por la noche, tratando de burlar la vigilancia que, sospechaban, Viccard les había puesto. Haciéndolo así, les dijo Lyrendë, llegarían al palacete de Durriele poco antes de amanecer; con el tiempo justo para tomar posiciones y comprobar si podían ver algo desde lejos.
Garrick sugirió que, en caso de ser necesario, el estaría dispuesto a colarse subrepticiamente en la vivienda a fin de hacerse con mayor cantidad de información. Aquello no le gustaba mucho ni a Lyrendë ni a Elatha, pero tuvieron que reconocer que podía llegar a ser la única solución si desde la distancia no podían encontrar nada concluyente.
Antes de que partieran, Lyrendë le quiso hacer un obsequio a Mira. Se trataba de un arco largo de naturaleza mágica que llevaba en su familia desde hacía mucho tiempo y tenía la capacidad de paralizar a un objetivo un par de veces al día. La maga le pidió a Mira que aceptase ese presente como desagravio por el modo tan poco cortés en que muchos de los elfos la habían tratado toda su vida. Entre lágrimas, ambas mujeres se abrazaron.
Ya solo quedaba esperar.
Tal y como esperaban, Viccard había colocado a dos elfos vigilando la casa. Al caer la noche, Lyrendë ordenó a cinco de los sirvientes de su casa que cenasen en el salón, con las cortinas echadas. Mientras los vigías del consejero contemplaban a aquellas siluetas cenando en el salón, la maga y los compañeros se escabulleron por la salida trasera de la casa y abandonaron la ciudad élfica de Lilaena Edhil para internarse en el Bosque de Mirie.
Caminaron toda la noche atravesando el Bosque de Mirie, cuya belleza parecía incluso aumentar a la luz de la luna, cuando algunas de las especies de plantas iridiscentes teñían la fronda con su tenue luz y el resplandor mágico de las hadas revoloteando sobre las flores destacaba en la noche. Sin embargo, a pesar de la oscuridad, también pudieron ver algunas plantas impregnadas del sarpullido negruzco, así como a animales aquejados del mismo mal.
Ingoff se mostró preocupado pues, hasta su llegada a Mirie, nunca antes habían visto que el sarpullido afectase a animales ni plantas. El resto de compañeros compartieron su preocupación: tendrían que investigar al respecto.
Poco antes del amanecer, cuando ya estaban bastante cerca del palacete, según Lyrendë, Mira detectó. a una patrulla de dos elfos en la espesura. La semielfa marchaba un poco por delante del grupo, ejerciendo su rol de exploradora. Se fijó en que ambos elfos mostraban los signos del sarpullido negruzco.
Cuando regresó para poner al corriente a sus compañeros, Lyrendë concluyó que, si los elfos infectados estaban en el palacete solo había dos opciones: o Durriele estaba detrás de todo aquello, o había sido atacada por los infectados. Fuera como fuese, debían actuar... y la sutileza había dejado de ser prioritaria.
Con el mayor sigilo posible, Garrick y Mira rodearon la posición de aquellos dos infectados hasta interponerse entre ellos y su posible ruta de huida hacia el palacete. Se fijaron en que los elfos mostraban un comportamiento algo errático, emitiendo gruñidos casi bestiales en algún momento: el sarpullido estaba muy avanzado en ellos.
Mira maldijo cuando su disparo le salió ligeramente desviado, pasando junto a la oreja de uno de los elfos. Para colmo de desdichas, el disparo del halfling también erró por muy poco. Los elfos, poniéndose rápidamente en alerta, asieron sus arcos apuntando hacia la espesura mientras comenzaban a dirigirse hacia la zona en la que ambos se encontraban.
Garrick alzó de nuevo su ballesta de mano y, esta vez, el virote se incrustó en la frente de uno de los elfos. Al mismo tiempo, Ingoff salía de la espesura para encaminarse hacia el elfo. El paladín disparó su ballesta pero, en aquella semioscuridad del bosque, le resultó imposible acertar. La flecha disparada por el elfo infectado golpeó sonoramente en la hombrera del paladín un segundo después.
Lyrendë surgió de la espesura tras Ingoff, disparando el arco corto para rasguñar la pierna del enemigo, y Elatha apareció de entre unas zarzas para correr, lanza en mano, hacia el elfo. No tuvo necesidad de llegar hasta él, pues una certera flecha de Mira le atravesó la garganta.
Tras esconder los cuerpos, los compañeros continuaron en dirección al palacete.
El palacete de Durriele era un elegante edificio escondido en el corazón del bosque, junto a un río ancho y poco profundo sobre el que se había tendido un bello puente de piedra. La construcción constaba de dos alas alargadas y rectangulares unidas por un centro circular y abovedado. Las entradas se encontraban en las alas, custodiadas cada una de ellas por dos soldados infectados. El acceso al puente era vigilado por otros dos soldados. De todos modos, Lyrendë les advirtió a los compañeros de que Durriele contaría con más guardias en el interior.
Los compañeros estimaron que, aún matando sigilosamente a los centinelas del puente, les sería muy complicado cruzar este sin ser detectados. Aquello era una misión casi imposible para Ingoff y Elatha. De ese modo, planearon que Garrick y Mira cruzasen a nado el río sin ser detectados para aguardar en la otra orilla y, desde allí, tratar de cubrir el avance de sus compañeros cuando estos fueran divisados por los guardias de la puerta. Aquel plan no estaba exento de riesgo, pues si la avanzadilla era descubierta atravesando el agua, se encontraría en una situación bastante vulnerable.
El plan se fue al traste antes casi de empezar pues, en la misma orilla, Garrick pisó una rama haciéndola crujir y alertando a los centinelas del puente. Maldiciendo por su torpeza, el halfling apuntó su ballesta de mano y, antes de que uno de los elfos pudiese reaccionar, le colocó un virote en la pierna.
Ingoff salió de su escondite a toda carrera, hacha en mano para arrojarse sobre uno de los elfos, mientras el centinela herido por Garrick retrocedía por el puente mientras daba la voz de alarma. Los cuatro arqueros del otro lado del puente dispararon sobre el paladín, aunque la distancia no le hacía un blanco nada fácil. Aún así, una de las flechas rebotó sobre su armadura.
Mientras Elatha llegaba para colocarse junto a Ingoff, Lyrendë disparaba su arco corto sin demasiado éxito sobre el infectado que retrocedía por el puente. De todos modos, Mira dispararía su arco desde la orilla para abatirle al tiempo que, junto a Garrick, corría hacia el puente para reunirse con sus compañeros. El halfling llegaría mucho antes a su destino, aprovechando para disparar su arma sobre la lumbar del elfo que se batía con Elatha e Ingoff, haciéndole hincar la rodilla en el suelo cuando el virote le hendió la carne. El hacha del paladín hizo el resto.
Las flechas seguían lloviendo desde el otro lado del puente, tomando a Garrick e Ingoff como objetivos, aunque la lejanía de sus atacantes hizo los disparos demasiado imprecisos como para acertar. El halfling y el paladín avanzaron por el puente, con Ingoff colgando su hacha a la espalda para tomar la ballesta pesada, colocando en ella un virote.
Según los compañeros avanzaban por el puente, se convertían en un blanco más claro. Una de las flechas se quedó clavada en la hombrera de Ingoff, mientras que otra arrancaba un pequeño pedazo de la armadura de cuero tachonado del halfling. Además, con cierta contrariedad, pudieron ver como otros cuatro elfos surgían del interior del palacete por la puerta del ala oeste. Lyrendë disparó su arco para contestar, acertando a uno de los infectados en la cadera.
Mientras Garrick avanzaba temerariamente esquivando flechas, Ingoff disparaba su ballesta pesada, hiriendo también al mismo elfo alcanzado por Lyrendë un segundo antes. Las flechas llovieron de nuevo, esta vez rasgando la carne de Garrick e Ingoff y erizando de astas el escudo de Elatha, que se había colocado junto a ellos. Una flecha disparada por Mira sobrevoló entonces a sus compañeros para impactar en pleno pecho del elfo herido por Ingoff y Lyrendë, derribándole sin vida: la semielfa ya estaba también sobre el puente.
Garrick disparó su ballesta de mano, pero la distancia era demasiado larga. Aún así, su virote produjo un pequeño corte en el antebrazo de uno de los enemigos. El elfo no había acabado de emitir algún tipo de improperio en su lengua cuando uno de los virotes pesados de Ingoff le derribó de espaldas sobre el suelo, muerto.
Ingoff arrugó el gesto cuando otra de las flechas le mordió la cadera. Al tiempo, Elatha volvía a alzar su escudo para protegerse y Garrick recibía un proyectil en el abdomen que le hacía caer de rodillas sobre el puente entre gestos de dolor. Lyrendë, por su parte, hería a otro enemigo con su arco corto.
Mientras Garrick se tomaba su poción curativa, Ingoff disparaba su ballesta mientras avanzaba, aunque sin acertar el blanco. El paladín se situó tras Elatha, que alzó su escudo para proteger a ambos de una nueva andanada de flechas. Garrick, más desprotegido, volvió a resultar herido por uno de los proyectiles enemigos y su situación empezaba a ser comprometida sobre aquel puente.
Otra de las flechas de Lyrendë hirió de refilón a su objetivo. Mira, que había disparado sobre el mismo elfo, falló sin embargo con su flecha. Sin embargo, el pequeño virote disparado por la ballesta de mano de Garrick si se alojó el las costillas del enemigo, haciéndole toser sangre, aunque el infectado se mantuvo en pie. La ballesta pesada de Ingoff acabó el trabajo mientras el halfling corría a ocultarse tras la robusta protección de Elatha.
El paladín dejó escapar un gruñido al ser herido de nuevo por uno de los arqueros infectados mientras, a su lado, Elatha avanzaba haciendo un magistral uso del escudo para mantenerse indemne. En un momento dado, Garrick se asomó por un flanco de la guerrera para acertar con su ballesta en el muslo de un oponente antes de volver a desaparecer tras la bárbara. Lyrendë marchaba algo por detrás, disparando su arco corto.
Los arqueros infectados enfocaron su fuego entonces contra Elatha, esa mujer bárbara que se acercaba a paso firme. Esta vez, la guerrera recibió la caricia de un par de flechas, una de las cuales le produjo un tajo bastante profundo en el brazo, aunque Lyrendë le devolvió la cortesía al arquero, hiriéndole de gravedad.
Al tiempo en que la guerrera llegaba al otro extremo del puente para abalanzarse sobre uno de los arqueros, Garrick abandonaba su espalda para parapetarse tras uno de los pilares bajo la estructura y, desde allí, herir con su ballesta a otro de los infectados que, un momento después, recibía otra herida por cortesía del arco de Mira.
El desafortunado elfo retrocedió un paso, viendo como un nuevo virote, de Ingoff, se le clavaba en el muslo. Pero la fuerza que otorgaba el sarpullido negruzco le permitió resistir en pie. Vomitando sangre negruzca, el infectado colocó una flecha en la cuerda de su arco y disparó contra Garrick, alcanzando al halfling en pleno pecho: el hombrecillo se desplomó de espaldas, quedando inmóvil sobre el suelo.
Elatha, ajena a aquello, destripaba al elfo sobre el que se había abalanzado con su lanza mientras apretaba los dientes al recibir un flechazo a bocajarro de otro oponente. Ingoff recibió también la flecha de un enemigo, clavando una rodilla sobre el puente mientras sujetaba el asta que sobresalía de su pecho.
Lyrendë invocó un proyectil mágico que se perdió sobre el hombro de un enemigo, aunque un segundo después, el sonriente infectado viera cómo la lanza de Elatha le atravesaba la pierna de lado a lado. Un parpadeo más tarde, la certera flecha de Mira acababa con el elfo que había abatido a Garrick.
Ingoff arrancó la flecha de su pecho para, mientras colocaba la otra mano sobre su herida, rogar a su Dios en busca de consuelo. Con algunas de sus fuerzas restablecidas, corrió por el puente en ayuda de Elatha mientras esquivaba la flecha de un oponente. La guerrera acababa de ser herida por la espada de un infectado, pero había logrado esquivar el disparo del arco de otro de ellos.
Lyrendë, con lágrimas de frustración en los ojos, veía como otro de sus proyectiles mágicos se perdía lejos de su objetivo. Elatha, mientras tanto, daba un paso atrás y bebía su poción de curación, sintiéndose bastante reconfortada de inmediato. Mira apretaba los dientes al errar un nuevo disparo.
Ingoff erró su último disparo con la ballesta antes de dejar caer este arma y empuñar su hacha para arrojarse sobre uno de los infectados. El elfo retrocedió, colocando una de sus flechas en el muslo del paladín. Al tiempo, Lyrendë recibía el corte de otra flecha en la mejilla mientras Elatha se defendía de los feroces mandobles de su maltrecho oponente.
Lyrendë, más certera con el arco que con los conjuros aquel día, hirió al infectado con el que intercambiaba flechas justo cuando Elatha atravesaba el pecho de su enemigo con la lanza antes de correr hacia el elfo que disparaba su arco contra Ingoff. Por su parte, Mira no podía creer que hubiese vuelto a fallar otro disparo.
Ingoff, viendo que Elatha se encargaba del enemigo en retirada, se acercó al que disparaba sobre Lyrendë, aunque el elfo logró agacharse bajo el paso de su hacha para, tras dejar caer el arco, devolverle un tajo con la espada según desenvainaba. El paladín retrocedió con una terrible herida en el abdomen.
Una nueva flecha de Lyrendë se clavó el la pierna de aquel elfo, que lanzó un grito de dolor interrumpido bruscamente cuando la flecha de Mira le atravesó la garganta para arrebatarle la vida. Ingoff, a punto de desmayarse por la pérdida de sangre, logró extraer su poción curativa del cinto y beberla para recuperar algo de brío.
Elatha seguía batiéndose con el último enemigo. Aunque tanto Lyrendë como Mira intentaron acertarle con sus arcos, ninguna lo consiguió. La guerrera, sin embargo, lanzó un sesgo lateral con su lanza para impactar el costado del infectado, escuchando satisfacción como crujían varias de sus costillas.
Ingoff, todavía mareado, recurrió de nuevo al poder de su Dios para, esta vez sí, recuperarse casi por completo de sus heridas. Elatha recibía otro tajo de su adversario, que caía un segundo más tarde con el corazón atravesado por una flecha de Lyrendë.
Sin nuevos enemigos a la vista, los compañeros corrieron hacia el cuerpo de Garrick solo para constatar que el halfling había muerto. Elatha rugió desesperada, jurando que iba a acabar con todos los responsables de aquello. Con la tristeza reflejada en el rostro, Ingoff invocó a Oteyar para curar algunas de las heridas de la guerrera. Mira le cedió también la propia poción curativa a su compañera.
Se prepararon para entrar en el palacete. Ingoff y Elatha marcharían al frente, con Mira y Lyrendë cerrando la marcha.
El lugar parecía desierto, con ciertos signos de caos: algunos muebles estaban destrozados y numerosos mensajes enloquecidos pintaban las paredes. Continuaron avanzando hasta que, en un punto, encontraron a dos elfos infectados bloqueando el pasillo. Llevaban armaduras pesadas y espadas largas, probablemente algún tipo de guardia de élite.
Rápidamente, Ingoff convocó el área de espíritus guardianes en torno al grupo. Los pequeños celestiales translúcidos comenzaron a revolotear alrededor de los compañeros. Ignorando esto, los elfos se adentraron en el área espada en mano, con los espíritus guardianes quemando su cuerpo. Un momento más tarde, una puerta lateral del pasillo surgieron dos guerreros de élite más, que también entraron en la zona. Por si fuese poco, desde retaguardia surgieron otros cuatro elfos infectados como aquellos con los que habían combatido en el exterior.
Lyrendë desató una andanada sónica sobre estos últimos que, aunque se encogieron de dolor, no fueron arrastrados hacia atrás por la explosión de sonido. Elatha hería a uno de los guerreros de élite que, un segundo más tarde, alzaba su hoja para bloquear la estocada de Mira; que combatía a espada dada la cercanía de sus oponentes.
El hacha de Ingoff destelló imbuida de magia divina antes de impactar sobre la armadura pesada de su enemigo, que se golpeó contra la pared bruscamente, aunque manteniéndose en pie. Otro infectado de élite hería a Elatha a la vez que Lyrendë se esfumaba en una nube plateada para reaparecer a cierta distancia en el pasillo. La flecha de ácido conjurada por la maga impactó en pleno pecho de uno de los infectados para abrirle un tremendo cráter en el pecho: su cuerpo cayó como un fardo.
Entre Elatha y Mira arrinconaron a uno de los guerreros de élite, aplicándole un terrible castigo a lanza y espada. Ingoff, por su parte, extraía ya el hacha de su enemigo muerto y se posicionaba para proteger el flanco izquierdo de Elatha. Mientras, dos de los soldados ordinarios corrían por el pasillo hacia Lyrendë con sus espadas desenvainadas al tiempo que un tercero disparaba su arco sobre Mira a unos pocos pasos de distancia, por lo que fue sorprendente que la semielfa lograse esquivar el proyectil.
Elatha acabó con otro de los soldados de élite, lo que permitió a Mira alejarse un poco mientras sustituía espada por arco. Ingoff hacía brillar de nuevo su hacha con la luz divina para propinar un golpe que dejó moribundo a uno de los soldados de élite. Una vez más, la extraordinaria resistencia proporcionada por el sarpullido negruzco mantuvo en pie a aquel oponente.
La flecha del infectado arañó la frente de Mira, que veía con preocupación como Lyrendë blandía su espada como podía mientras sus dos enemigos la hacían retroceder por el pasillo. La exploradora abatió al arquero del pasillo de un flechazo en el pecho antes de colocar un nuevo proyectil en la cuerda y apuntar hacia los oponentes de la maga.
Elatha ensartaba a otro de los soldados de élite, que se desplomaba muerto sobre el suelo. Entre ella e Ingoff acorralaron al último de estos hábiles guerreros contra una de las paredes. El elfo logró herir a la guerrera y bloquear el hachazo del paladín: vendería caro su pellejo.
Lyrendë había recibido un par de heridas bastante feas, y retrocedía viendo como Elatha volvía a herir gravemente al último soldado de élite. Con sorpresa, vio también como una de las flechas de Mira se clavaba en la corva de uno de sus propios enemigos. Al tiempo, Ingoff descargaba un poderoso hachazo que, con los últimos rescoldos de su magia divina, dejaba muy malherido al elfo de élite. Los espíritus guardianes hicieron el resto, arrancando la humeante piel del elfo.
Lyrendë propinó un corte en el muslo de uno de sus enemigos mientras Elatha ya corría en su auxilio. Fue mala suerte que la flecha de Mira fallase por tanto. Tras la guerrera, el paladín también se acercaba hacha en mano. La maga se defendía con fiereza, lo que dio tiempo a que llegase la ayuda. Además, el segundo disparo de Mira sí dio en el blanco, dejando ya solo a un infectado luchando en aquel pasillo.
Entre Elatha e Ingoff arrinconaron al sujeto, hiriéndole la guerrera con su lanza. A Mira solo le hizo falta un pequeño hueco para colocar una de sus flechas en el corazón del elfo, haciendo que rebotase de espaldas contra la pared para luego caer muerto de bruces.
Con Elatha y Lyrendë bastante heridas, el grupo avanzó cuidadosamente por el palacete hasta llegar a una sala que parecía bien defendible. Se trataba de una especie de biblioteca con una de sus mesas plagada de libros y pergaminos garabateados. Mientras se tomaban un descanso, la maga elfa comenzó a inspeccionar aquellos documentos.
Elatha, que había tomado la poción curativa de Lyrendë, se encontraba ya totalmente restablecida, como casi todos sus compañeros. Solo la propia maga elfa presentaba algunas heridas de menor consideración. Mientras, Lyrendë había descubierto que aquellos documentos desordenados de la mesa correspondían a un antiguo relicario élfico de propiedades curativas. De algún modo, Durriele había dado con la forma de pervertir el artefacto mediante un ritual necromántico para poder utilizarlo en el alzamiento masivo de no muertos.
Cautelosamente, continuaron la exploración hacia el ala este sin encontrar más enemigos. Sí encontraron los aposentos de la maga Durriele, donde libros y pergaminos se hallaban dispersos en un total caos. Las paredes estaban también pintadas con los habituales mensajes propios de la demencia que producía el sarpullido negruzco.
Allí, Lyrendë encontró una carta escrita en élfico por un remitente desconocido y dirigida a Durriele. En ella rezaba lo siguiente:
“Nuestros planes se concretan, amada mía, pronto su sombra cubrirá Mirie por completo y nosotros gobernaremos a un mejorado pueblo elfo en su nombre.
El terror que sentí cuando él vertió su sangre oscura sobre mí, ahora se ha convertido en júbilo y poder. Siempre le agradeceré que me abrazase como te agradeceré a ti que me hayas acompañado en este camino.
Has de apresurar tu ritual en el Túmulo de Kharis, pues desconfío de los extranjeros que acaban de llegar a Lilaena Edhil. Haré que algunos de nuestros hijos siembren el caos en las calles para distraer su atención, pero esto ya habrá sucedido cuando recibas esta misiva.
Alza más inmortales para servirnos, y con ello servir a la gloria de nuestro señor Yzumath.
Te amo”.
Ingoff pronunció con auténtico odio el nombre de Viccard, aunque Lyrendë le recordó que eso no estaba para nada claro. Todos estaban de acuerdo en llegar a lo más hondo de aquel asunto y hacer pagar a los responsables, pero había que tener pruebas para acusar a alguien como el consejero. Por otra parte, la culpabilidad de Durriele ya había sido más que demostrada, por lo que el siguiente paso sería dirigirse al Túmulo de Kharis: si Durriele no estaba en su casa, se habría dirigido al túmulo para efectuar su ritual. El lugar estaba a un par de días de camino y quizá pudiesen llegar antes de que la hechicera finalizase su maligna obra.
Registraron las dependencias de Durriele, encontrando un par de pociones curativas en el lugar. Decidieron que se las repartiesen entre Elatha e Ingoff.
Continuaron su avance por el ala este en dirección a la salida. Sin embargo, llegando al recibidor, Ingoff escuchó un sonido proveniente del interior de la estancia, así como otro que venía de una habitación en el otro flanco. Sin dudarlo, gritó ¡Emboscada!
Sin pensarlo dos veces, entró en el recibidor a la carrera, clavando su hacha en la pierna de uno de los dos soldados de élite que aguardaban allí prestos a emboscarles. Los elfos reaccionaron rápido, poniendo en aprietos al paladín con sus espadas. Al oír aquella carga, dos soldados de élite más surgieron de la estancia del otro lado y se abalanzaron sobre Elatha: uno de ellos llegó a herir a la guerrera.
Lyrendë se asomó al recibidor, conjurando una flecha de ácido que socarró el hombro del enemigo al que había herido Ingoff. El paladín, además, golpeó a continuación al elfo con su escudo, haciéndole tambalearse. Los dos enemigos, comenzaron entonces a arrinconar al paladín atacándole al tiempo desde ambos lados.
Un proyectil mágico de la maga elfa falló esta vez, mientras Elatha comenzaba a girar las tornas para hacer retroceder a sus dos oponentes. Mira, disparaba una flecha de su arco mágico para dejar paralizado a uno de los elfos que hostigaban a Ingoff. El inmovilizado recibió a continuación un fuerte golpe del paladín, propinado con el mango del hacha.
Lyrendë falló con su arco, pero Mira corrigió la situación abatiendo al objetivo con su propio disparo, que entró por el ojo. Luego, la semielfa corrió para ubicarse tras la espalda de Ingoff y apuntar hacia uno de los oponentes de Elatha.
La guerrera, que ya había herido un par de veces a uno de sus enemigos, vio cómo una flecha de Mira se hundía casi hasta las plumas en el abdomen de su otro oponente. Riendo como una loca, Elatha volvió a clavar su lanza en el cuerpo del elfo a la par que una segunda flecha de Mira acababa con la vida del segundo contendiente.
A la vez que Lyrendë acuchillaba la lumbar del guerrero paralizado con su espada corta y Elatha exterminaba a su último enemigo, Ingoff centraba su atención también en el sujeto inmovilizado por el arco mágico de Mira para, de un revés, enviar su cabeza a rodar por el pasillo.
Comprobando que no había más enemigos a la vista, abandonaron el palacete de Durriele para internarse de nuevo en el Bosque de Mirie con dirección al Túmulo de Kharis, donde esperaban poder impedir el ritual de la hechicera.

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