Kult: Prosperity (1/2)
Caía la tarde cuando aquel Forf Mustang Mach-E se deslizaba por la sinuosa carretera flanqueada por álamos. El agente especial James Tendi estaba al volante desde que tomasen tierra en el Aeropuerto Internacional de Minneapolis-Saint Paul. Junto a su compañero, Montgomery Kelley, había viajado hasta Dakota del Norte atendiendo la solicitud de ayuda efectuada por un sheriff local, Elias Grayson, para investigar la desaparición de un joven llamado Tommy Hargrove en el pueblo de Prosperity.
Los agentes sabían de lo inusual que era desplazar con tanta urgencia a un par de agentes especiales por un muchacho que había desaparecido apenas hacía cuarenta y ocho horas, y más hacerlo con toda aquella discreción. Sin embargo, antes de salir del Edificio Hoover habían averiguado que el gobernador de Dakota del Norte había servido en el cuerpo de marines con el director del FBI y que, además, la reelección estaba bastante cerca.
No tenían mucha información más allá de que el chico, de unos doce años, había estado jugando al baseball con sus amigos la tarde de su desaparición. Finalizados los juegos, los muchachos se separaron y Tommy se dirigió caminando en solitario hacia su domicilio, al cual nunca había llegado.
Ambos compañeros teorizaban sobre lo que podía haber sucedido. Como siempre, Montgomery fue el encargado de exponer las elucubraciones más bizarras: era un agente desencantado con el sistema y cuya experiencia le había enseñado que, muchas veces, hay cosas demasiado turbias escondiéndose bajo la superficie. James ponía la nota de cordura, ya que era un hombre mucho más metódico y racionalista que su compañero.
De pronto, James se vio obligado a dar un brusco volantazo cuando, al salir de una curva cerrada, encontró a un enorme ciervo en mitad de la carretera. El animal estaba totalmente inmóvil, como una estatua o uno de esos ejemplares disecados de las tiendas de caza. Montgomery se aferró al salpicadero apretando los dientes mientras el coche se bamboleaba.
Las ruedas del Mustang chirriaron y el vehículo logró esquivar al ciervo, deteniéndose unos metros más adelante en perpendicular al sentido de la vía. El motor se detuvo y todas las luces del cuadro se apagaron, aunque los compañeros tardaron todavía un rato en advertirlo, ya que ambos habían vuelto la cabeza hacia la carretera.
El enorme ciervo ya no estaba allí, como si se hubiese desmaterializado.
Entre risas flojas, ambos confirmaron que habían visto lo mismo. Luego trataron de arrancar sin éxito el coche. Un par de minutos más tarde se percataron de que sus teléfonos móviles no funcionaban, estaban completamente apagados y resultaba imposible encenderlos. Ante todo esto, se prepararon para continuar el camino a pie.
Sin embargo, mientras recogían sus enseres, las luces del Mustang se encendieron. Los smartphones de ambos también recuperaron el funcionamiento súbitamente. Extrañados por todo aquel funcionamiento anómalo, los compañeros tomaron el coche y, algo escamados, retomaron el camino hacia el pueblo de Prosperity.
Llegaron ya de noche al motel de carretera de Prosperity, donde habían quedado con el sheriff Grayson. El pueblo, de unos doscientos habitantes, no hubiese tenido la entidad suficiente para albergar un negocio de aquellas características, pero la existencia de una serrería garantizaba el paso continuo de transportistas madereros que visitaban fugazmente el pueblo. Un moderno todoterreno rotulado con la palabra “Sheriff” se encontraba estacionado en el parking del motel.
Tras aparcar, se dirigieron hacia la recepción, donde fueron atendidos por una anciana algo sorda y no demasiado agradable que parecía obsesionada con que aquellos dos agentes iban a robar las toallas del motel. Tras reservar una habitación, los agentes le preguntaron por el sheriff. La anciana les indicó que se encontraba en la cafetería del motel.
A aquellas horas, ya nadie atendía la cafetería, que estaba casi a oscuras. Sentado en una de las mesas, el joven sheriff Elias Grayson aguardaba junto a algunas tazas vacías de café.
Grayson, que vivía en un pueblo cercano pero cuya jurisdicción abarcaba varias localidades, era un sheriff bastante inexperto y algo inseguro, como pudieron comprobar enseguida. Sin embargo, pudieron obtener alguna información valiosa de él. Les contó que Abigail Hargrove, la madre de Tommy, había criado sola a su hijo desde que su padre, un tal Nicholas Smith, se había marchado de casa cuando el chico tenía solo dos o tres años.
Montgomery sospechó de inmediato de una posible implicación del padre en el asunto, de modo que preguntó por él. Aunque Grayson no sabía demasiado del tipo en cuestión, pudo contarles que el último paradero conocido de aquel hombre era el estado de Florida. James y Montgomery acordaron indagar más sobre el tal Nicholas Smith más adelante.
Además, Montgomery le pidió al sheriff que concertase una reunión para el día siguiente en el Centro Municipal, donde debería asistir el mayor número posible de habitantes del pueblo. James le solicitó también un informe sobre los antecedentes penales de los habitantes del pueblo. Aunque Grayson se quejó de tener que comprar un toner para su impresora, ya que los recortes de presupuesto le mantenían trabajando en precario, se comprometió a tenerlo listo para el día siguiente.
Como no era demasiado tarde, le preguntaron al sheriff por la posibilidad de visitar a Abigail Hargrove en su domicilio. Ya que Grayson no vio inconveniente alguno, los tres hombres subieron al Mustang para que James, siguiendo las indicaciones del sheriff, condujese hasta la casa.
Una Abigail Hargrove llorosa y con evidentes signos de haber dormido poco les abrió la puerta. Tras hacerles pasar a aquella modesta vivienda decorada con fotos de madre e hijo, les ofreció un té que todos aceptaron.
Mientras Montgomery daba una vuelta por el salón, James comenzó a realizarle algunas preguntas rutinarias a Abigail. Aunque no consiguió descubrir nada que no supiera ya, el agente especial sí pudo constatar que aquella mujer estaba completamente rota por el dolor. En un momento dado, James le pidió permiso para examinar la habitación del niño. Mientras ambos subían a la planta superior en compañía del sheriff Grayson, Montgomery permaneció en la planta inferior para echar un vistazo más a fondo.
James encontró nada más que la habitación de un típico adolescente en la planta de arriba. Aunque hurgando en el cajón de los calcetines, le llamó la atención el hallazgo de una llave de factura bastante antigua. Aprovechando que el sheriff Grayson y Abigail estaban distraídos conversando entre ellos, el agente escurrió la llave en su bolsillo. Luego, continuaría efectuándole algunas preguntas rutinarias más a la mujer.
En un momento dado, Abigail debió sentirse atacada por el interrogatorio o quizá simplemente colapsara, pero el caso fue que comenzó a gritar tanto al agente Tendi como a Grayson para que se marchasen de su casa, acusándoles de haberla tomado por sospechosa. Como buenamente pudieron, los dos hombres trataron de tranquilizarla.
Sonó el timbre.
Montgomery, que no había encontrado nada interesante durante su registro del salón, se acercó a abrir la puerta. Al hacerlo se topó con un hombre en la cincuentena, de aspecto sobrio y pulcro, que se presentó como el reverendo Josiah Crane. El pastor le comentó al agente que era un amigo de la familia y se había acercado a ver si Abigail se encontraba bien.
Montgomery aprovechó el momento para preguntar al reverendo por Nicholas Smith, el padre del chico. El pastor poco pudo decirle más allá de que era aficionado a la bebida y poco temeroso de Dios. El padre de Tommy había estado poco tiempo en el pueblo y parecía ser que no había tenido una conducta demasiado ejemplar a ojos del reverendo Crane.
En ese momento, el agente Tendi y el sheriff Grayson descendían por la escalera seguidos de Abigail, que les gritaba una y otra vez que se marcharan de su casa. Por suerte, la mujer pareció tranquilizarse un poco al ver al sacerdote. En pocos segundos, la furia de Abigail pareció decrecer notablemente.
Montgomery aprovechó para presentar a su compañero al pastor. James, por su parte, preguntó al reverendo Crane por la posibilidad de celebrar la reunión del día siguiente en la iglesia, en lugar de en el Centro Municipal. Al pastor aquello le pareció una excelente idea. Así, los compañeros se marcharon de aquella casa en compañía del sheriff mientras que el reverendo se quedaría un rato más a fin de sosegar a la mujer.
Condujeron el Mustang hasta el motel para dejar al sheriff junto a su coche. De camino, le preguntaron por algún bar o pub de la zona donde se juntase la gente más problemática del pueblo. Grayson les habló de un bar de carretera frecuentado por los sujetos rudos de la localidad: camioneros y trabajadores del aserradero.
Ya sin el sheriff, se desplazaron hasta el lugar para estacionar en un aparcamiento de tierra. Antes de entrar, los compañeros acordaron hacerse pasar por agentes de una compañía inmobiliaria que pretendía construir en el pueblo. Se quitaron las corbatas y escondieron bien sus placas a fin de parecerse a dos agentes del FBI lo menos posible. James aprovechó tambien para informar a su compañero sobre el hallazgo de la llave en el dormitorio de Tommy.
James tomó nota mentalmente de las matrículas de los dos vehículos aparcados frente al bar. Tenía una memoria bastante buena, afinada tras años de servicio en el FBI.
En el bar, un edificio de madera bastante amplio y con luz tenue, solo se encontraban dos hombres con uniforme del aserradero además de Tiffany, la propietaria. Los compañeros entraron discutiendo sobre el lugar más propicio para construir. Aunque los dos hombres parecían bastante indiferentes a su presencia, Montgomery pudo percatarse de que estaban mucho más atentos a ellos de lo que parecía.
Mientras Tiffany les preparaba algo de cena, trataron de ganarse la confianza de aquellos dos hombres, llamados Lemuel y Cotton. Tras invitar a unos tragos, James y Montgomery comenzaron a hablar de construir en Prosperity para atraer el turismo. Aparte de ser poco comunicativos en general, los tipos reaccionaron con evidente desagrado ante la idea de ver cómo el negocio de los compañeros podría atraer forasteros al pueblo. Aunque Montgomery intentó reconducir la situación, no pudieron ganarse a esos hombres.
—El bosque los echará de aquí —dijo Lemuel—. Como siempre ha hecho.
Rápidamente, el tal Cotton ordenó callar a su amigo y le arrastró fuera del local. Por la ventana, los agentes pudieron ver cómo los dos hombres discutían acaloradamente en el aparcamiento. Sin embargo, no lo hacían en voz suficientemente alta como para que pudieran oírles desde donde estaban.
Mientras observaban de reojo las evoluciones de la discusión en el exterior, los compañeros aprovecharon el rato para hablar con Tiffany. La dicharachera propietaria les comentó que, unos diez años atrás, otro chico había desaparecido en el pueblo, aunque no recordaba demasiado del asunto.
También les habló de Nicholas Smith, el padre de Tommy. Les confirmó que era un bebedor empedernido que visitaba el pueblo debido a su trabajo como camionero para una empresa que tenía negocios con la serrería. Durante sus visitas, inició una relación con Abigail Hargrove que terminó en boda. Poco después nacería el pequeño Tommy.
Aparte, les dijo que corrían rumores sobre que el hombre se había hartado del fervor religioso de su mujer y de que esta tratase constantemente de arrastrarle a la iglesia. Un par de años después de que naciese el pequeño Tommy, el tipo se marchó a Florida y nunca más se supo de él.
James le preguntó a Tiffany acerca de la devoción religiosa en el pueblo. La dueña del bar le confirmó que allí eran todos bastante creyentes a excepción de ella misma y quizá un par de personas más, que llevaban los temas religiosos con bastante laxitud. También les habló de una mujer conocida como Martha La Loca, que profesaba la religión wiccana.
Poco después, Cotton volvió a entrar en el bar. Su amigo, Lemuel, había cogido su vehículo y se había marchado. Los compañeros, sin mucho más que hacer allí, pagaron la cuenta y salieron del local. Nada más montarse en el coche, James envió un correo al Edificio Hoover con las matriculas de los vehículos de Lemuel y Cotton, solicitando los antecedentes penales de ambos.
Condujeron de vuelta al motel por la sinuosa carretera de Prosperity mientras elucubraban acerca de si el padre de Tommy estaba implicado en su secuestro o el chico podría haber sido raptado por uno de los camioneros de paso en el pueblo. Por el camino, Montgomery escribió también un correo, a la delegación del FBI en Florida, solicitando que se interrogase a Nicholas Smith. El pretexto sería el impago de la pensión alimenticia, que Montgomery había confirmado previamente, pero el objetivo sería indagar si el tipo sabía algo sobre lo ocurrido en Prosperity. El agente hizo mención específica de que a Smith no se le mencionase la desaparición de su hijo.
Justo habían aparcado en el motel cuando, de pronto, el cuadro del coche volvió a apagarse. Mientras los compañeros comprobaban que también sus teléfonos se habían apagado, pudieron ver a un hombre deambulando por el parking mientras alzaba inutilmente su teléfono como si así fuese a hacerlo funcionar de nuevo. Adivinaron que se trataba de alguno de los conductores de uno de los dos enormes caminos que habían estacionado allí después de que ellos hubiesen estado en el lugar para dejar a Grayson.
Tanto los teléfonos como el cuadro del coche regresaron al funcionamiento en un par de minutos. James se dio cuenta de que había recibido un correo desde el FBI informándole de que, más allá de alguna multa por conducir en estado de embriaguez y alguna pelea de bar, Lemuel y Cotton no habían estado metidos en ningún lío serio.
Los compañeros recogieron las llaves unidas a un enorme bloque de madera de la recepción, mientras la anciana les repetía una y otra vez que no robasen las toallas. La habitación era la típica de cualquier motel de carretera en los Estados Unidos y estaba razonablemente limpia.
Mientras se aseaba antes de acostarse, James se dio cuenta de que había manchado la toalla de sangre al secarse el rostro. No se había afeitado, así que no se trataba de ningún corte. Al examinarse, contempló aterrado como, al presionar su rostro con las propias manos, los poros de su piel supuraban sangre.
Alarmado, llamó a Montgomery, mientras la sangre seguía exudando. Durante algunos minutos, ambos emplearon las toallas para intentar contener una hemorragia que, tan inexplicablemente como vino, se marchó. Aunque James estaba bastante agitado, ninguno de los dos se planteó buscar ayuda médica: la situación parecía controlada. Mientras que James elucubraba sobre si Tiffany le había servido algún tóxico en la cena, Montgomery elucubraba sobre algún tipo de complot que incluía alta radiactividad en el ambiente o quizá vertidos tóxicos.
Sea como fuere, era muy tarde y les esperaba un día muy ajetreado en cuanto amaneciese. Tenían un niño al que encontrar.

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