Veneno en la sangre (T3) - Viejos enemigos (7/X)
Tras poner en fuga a la maga elfa Durriele e impedir que levantase un ejército de no muertos que arrasase el Bosque de Mirie, los compañeros regresaban a Lilaena Edhil con la confirmación de que el Consejero Viccard estaba de algún modo relacionado con Yzumath y la propagación del sarpullido negruzco en tierras élficas. Las cartas estaban sobre la mesa y era hora de que el Consejo de la Hoja supiese la verdad.
Mientras Lyrendë enviaba a otra persona con las pertinentes misivas para convocar el Consejo de la Hoja, Elatha se acercó a una pequeña armería cercana donde sustituyó su maltrecha coraza por otra nueva. La refinada factura de los elfos contrastaba de un modo divertido con la tosquedad de la bárbara. Lyrendë había dicho que aquello podía esperar, ya que el Salón del Consejo de la Hoja estaba bien protegido por la guardia y Viccard no intentaría nada extraño; pero Elatha prefería ir siempre preparada... por si acaso.
Poco antes del mediodía, los compañeros acompañaron a Lyrendë a aquel edificio con paredes de cristal lleno de columnas sobre las que se enroscaban enredaderas que brillaban con luz propia. Esta vez, por orden de la propia elfa, a los compañeros se les permitió conservar las armas.
En la estancia circular, los otros seis consejeros, Viccard incluido, ya aguardaban tronos enjoyados. Por voluntad de Lyrendë, diez soldados de élite de la Guardia del Consejo se encontraban en el salón. La elfa no ocupó su asiento, sino que permaneció de pie junto a sus compañeros, mirando al Consejero Viccard con aire desafiante. Ni siquiera permitió que aquella especie de chambelán procediese con las presentaciones.
Con voz pausada, la maga elfa explicó al Consejo de la Hoja el resultado de sus hallazgos en los últimos días: desde la vinculación de la hechicera Durriele con Yzumath y el sarpullido negruzco hasta la confirmación de que no era otro sino el propio Viccard quien estaba finalmente detrás de todo, mostrando como evidencia la carta encontrada en la residencia de Durriele y atestiguando que los soldados de Viccard protegían a la hechicera durante su ritual en el Túmulo de Kharis.
Viccard tomó la palabra entonces, resaltando el hecho de que la carta mostrada por Lyrendë careciese de firma e incluso dudando de su autenticidad. Del mismo modo, se desvinculó de la posible traición que hubiesen cometido algunos de sus hombres, probablemente bajo los efectos del sarpullido, uniéndose a la causa de Durriele.
Después, el consejero pasó a cargar contra Elatha, Ingoff y Mira, acusándolos de intentar desestabilizar la política élfica para beneficiar al rey Amodius. Según Viccard, los compañeros no hacían sino exagerar los peligros para arrastrar a los elfos a una guerra que no era suya. También acusó a Lyrendë de haber perdido la objetividad, dejándose arrastrar por los humanos.
Aunque la retórica de Viccard fue impecable, el consejero pronto se dio cuenta de que no había logrado convencer al Consejo de la Hoja. El Consejero Ileokas se puso en pie con solemnidad antes de ordenar a la Guardia del Consejo que pusiese a Viccard bajo arresto. El aludido se limitó a esbozar una sonrisa lobuna.
Fue Mira quien siguió la torva mirada del consejero hacia el techo de aquel amplio salón para ver a un elfo infectado apostado sobre las vigas, tensando su arco. A toda velocidad, la semielfa descolgó el arco de su hombro y, tras apuntar durante medio latido, alojó su flecha en el hombro del intruso. Otra flecha, esta de Lyrendë, se clavó en el costado del infectado; que tuvo que agarrarse a la viga para no caer.
Entonces se desató el caos.
Otros ocho infectados aparecían caminando por las vigas del techo empuñando sus arcos. Al tiempo, en la pared norte se abatía uno de los paneles para revelar un acceso secreto por el cual aparecían tres de los soldados de élite de Viccard, todos infectados. Un latido después, ocurría lo mismo en la pared sur, accediendo por allí dos soldados de élite más; uno de los cuales le arrojó una espada a Viccard que el consejero traidor agarró al vuelo.
Las flechas comenzaron a llover sobre el lugar, principalmente dirigidas sobre la Guardia del Consejo, que ya corría a proteger a sus dirigentes. Elatha, lanza en mano, echó a correr hacia Viccard mientras gritaba juramentos de venganza por la muerte de su amigo Garrick. Ingoff la seguía de cerca empuñando su hacha.
Mira abatió al resistente infectado al que tanto Lyrendë como ella habían herido. A la vez, la maga señalaba hacia la puerta sur donde cinco enormes tentáculos negros surgían del suelo: dos de ellos atrapaban a sendos soldados de élite de Viccard mientras los otros tres les fustigaban como enormes látigos.
Rugiendo algo en élfico, Viccard decapitó al Consejero Ileokas de un revés antes de comenzar a correr hacia la puerta secreta al norte de la sala. Mientras, la Guardia del Consejo estaba dividida entre devolver el fuego a los arqueros del techo y sacar de allí a los consejeros: dos de los guardias corrían ya hacia la puerta principal arrastrando tras de sí a las consejeras Almithara y Salihn.
Elatha logró interceptar a Viccard, cortándole el paso mientras, de un sesgo lateral, hería el pecho del consejero con su lanza. Ingoff llegó un momento después, presto a apoyarla. Mira, por su parte, hería a otro de los arqueros del techo mientras Lyrendë golpeaba con su proyectil mágico a uno de los soldados atrapados por los tentáculos negros.
Viccard se defendía al tiempo de Elatha e Ingoff, haciendo que su espada arrancase chispas del escudo de la guerrera. Mientras, siete miembros de la Guardia del Consejo habían caído ya bajo los arcos de los infectados que disparaban desde el techo. Además, tres soldados de élite llegaron en ese momento para proteger a Viccard.
Los tres maltrechos miembros Guardia del Consejo devolvía flechas a los arqueros del techo, incluso uno de ellos entró en el área de los tentáculos negros para decapitar con su espada a uno de los soldados de élite de Viccard.
El consejero traidor volvía a ser herido por Elatha, que centraba en él su atención mientras trataba de defenderse del acoso conjunto de los tres soldados de élite que la hostigaban para dejar vía de huida a su señor. El hacha de Ingoff también probó la carne de Viccard, produciéndole un feo corte en la pierna.
Mira, tras fallar su disparo sobre uno de los elfos del techo, tomaba la mano de la Consejera Salihn y tiraba de ella hacia la puerta principal. La semielfa se fijó en que el Consejero Immeral corría ya tras ellas con el gesto lívido por el terror. El Consejero Kuovan, por desgracia, moría ensartado por la espada de un soldado de élite.
La bola de fuego invocada por Lyrendë explotó en el techo, hiriendo de gravedad a dos de los arqueros elfos, que sin embargo, encontraron algo de protección entre las propias vigas. En ese mismo momento, Viccard aprovechaba que Elatha e Ingoff estaban demasiado ocupados con sus soldados de élite para escapar hacia la puerta norte de la sala. El paladín, tras recibir el consentimiento de la guerrera en un gesto, corrió tras el consejero traidor.
Mientras corría con la Consejera Salihn agazapada tras su espalda, Mira derribaba a otro de los arqueros de las vigas. A la vez, Lyrendë lanzaba una bola de fuego sobre el grupo de soldados de élite que cercaba a Elatha. La guerrera contempló sorprendida cómo las llamas la rodeaban sin tocarla mientras abrasaban la piel de sus contrincantes, dejando muy malherido a uno de ellos.
Mientras Viccard desaparecía por la puerta secreta al norte de la sala, las flechas continuaban lloviendo merced a los siete arqueros que aún quedaban entre las vigas. Elatha conseguía acabar con uno de sus enemigos, atravesándole de lado a lado con la lanza, al tiempo que Ingoff llegaba de nuevo para auxiliarla tras no haber conseguido impedir la huida del Consejero Viccard.
La flecha de ácido convocada por Lyrendë disolvió la cabeza de uno de los arqueros del techo en una macabra explosión de papilla sanguinolenta a la vez que los tentáculos negros acababan de asfixiar al último de los soldados de élite que habían atrapado. La maga aún sonreía cuando la flecha de un enemigo le atravesó el muslo, haciéndola gritar de dolor.
Elatha e Ingoff, con ayuda de uno de los guardias del consejo, hacían retroceder a los dos últimos soldados de élite de Viccard, mientras otro de los miembros de la Guardia del Consejo había trepado a las vigas espada en mano para enfrentarse a los arqueros.
Tras asegurarse de que los consejeros Salihn e Immeral estaban a salvo fuera del salón, Mira abatía con su arco a otro de los enemigos del techo. Lyrendë, a unos metros de distancia, convocaba sobre sí la armadura de energía arcana para protegerse después de haber resultado herida.
La Consejera Almithara y el soldado que la escoltaba hacia la salida cayeron bajo las flechas de los infectados del techo. Mira vio también como un proyectil enemigo rasgaba el costado de su armadura de cuero. Por su parte, Elatha e Ingoff ahora estaban siendo puestos en algunos aprietos por los dos enloquecidos soldados de élite que combatían con toda la fuerza que les proporcionaba el sarpullido negruzco. Por suerte, el guardia del consejo que luchaba junto a los dos compañeros, logró acabar con uno de ellos ensartándole con su espada. Elatha, viendo el flanco desprotegido del último oponente, le exterminó hendiendo su lanza en el hueco.
Ingoff señaló entonces a uno de los arqueros del techo mientras invocaba a su Dios: los tres rayos de fuego convergieron en el pecho del objetivo, que cayó desde las alturas mientras las llamas le consumían. Mientras, Mira apuntaba cuidadosamente sobre otro de los infectados, atravesando su cuello un instante después para arrancarle del mundo de los vivos.
El proyectil arcano de Lyrendë hirió de gravedad a uno de los dos últimos arqueros que quedaban entre las vigas. Con el daño ya hecho y su señor a salvo, los infectados se pusieron rápidamente en fuga. Sin tiempo que perder, Ingoff corrió entonces junto a Lyrendë para aplicarle sus poderes curativos.
Los compañeros se miraron entre sí, cerciorándose de que todos se encontraban bien. Por desgracia, los consejeros Almithara, Kuovan e Ileokas habían perecido durante el ataque, al igual que ocho de los miembros de la Guardia del Consejo. Poco después llegaron los refuerzos en forma de dos docenas de soldados, pero ya nada más se podía hacer: Viccard había huido procediendo, además, un daño irreparable al Consejo de la Hoja.
Una vez asegurado el Salón del Consejo de la Hoja, comprobando que no había más seguidores de Viccard allí, los compañeros fueron requeridos a otra de las salas del edificio. Allí, unos consternados consejeros Salihn e Immeral les pidieron perdón por no haber tenido más en cuenta sus palabras cuando llegaron por primera vez a Lilaena Edhil.
Lyrendë, Salihn e Immeral decidieron que la primera de ellos partiese junto a los compañeros en busca de Viccard junto con media docena de Guardias del Consejo. El Consejero Immeral apostaba porque el traidor se habría refugiado en una antigua fortaleza en ruinas que antaño había sido propiedad de su familia, en el norte del Bosque de Mirie, el territorio de las fatas; la Fortaleza de Mellsmere.
Los compañeros tomaron uno de los mapas de la zona a la que se dirigían de las bibliotecas de Lilaena Edhil. Del mismo modo, los consejeros Salihn e Immeral estuvieron de acuerdo en entregarle a Lyrendë el “Anillo Guardavento”, el cual tenía la capacidad de invocar a una lilenda en caso de necesidad.
Antes de partir, llevaron a cabo las exequias de Garrick. El pequeño cuerpo del halfling fue sepultado en el túmulo familiar de la propia Lyrendë, quien estimó que un héroe que había dado la vida por el pueblo elfo debía indiscutiblemente ser merecedor de tal honor.
Las lágrimas corrieron por las mejillas de Elatha durante toda la ceremonia, oficiada en persona por Ingoff, quien tuvo bellas palabras loando el valor y la astucia de su difunto compañero. Luego, el túmulo fue sellado de nuevo y todos se marcharon a descansar al palacete de Lyrendë con el fin de partir a la mañana siguiente, con el alba.
Cuando abandonaron Lilaena Edhil con las primeras luces, acompañados por media docena de los soldados de élite de la Guardia del Consejo, el bello Bosque de Mirie les parecía ahora mucho más oscuro y amenazador que antes.
Si la influencia de Yzumath había llegado hasta el corazón de Mirie, nadie estaba a salvo.

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