Extinción: Aqveronte 18-1 (2/2)

Tras descubrir que el carguero Aqveronte 18-1 no estaba tan abandonado como ellos creían y, después de perder al doctor Zachary a manos de una de aquellos engendros cibermecánicos a los que el grupo había bautizado como “zombies cibernéticos”, los tripulantes del CS Galatea permanecían ocultos tras la puerta acorazada de uno de los numerosos almacenes de residuos de la nave varada. Habían acordado abrirse paso hasta la sala de servidores del Aqveronte, a fin de saber a qué se enfrentaban y, sobre todo, descubrir cómo escapar.



Contactaron por radio con Lacey, quien permanecía encerrada en el Galatea, intentando sin éxito luchar contra el código corrupto para poder liberar su nave. Por suerte, ninguno de aquellos monstruos había intentado salir por la escotilla y cruzar la pasarela tubular hacia ella. La mujer sospechaba que ni siquiera habían detectado su presencia.

Después de una hora en aquel habitáculo, decidieron ponerse en marcha. No escuchaban ruidos desde hacía más de media hora. En ese tiempo, habían aprendido a diferenciar el sonido de los pesados pasos de un zombie cibernético del siniestro repiqueteo de las patas metálicas de aquellos aparatos a los que habían decidido bautizar como arañas-dron.

Olga aprovechó para inyectar un auténtico cóctel de analgésicos a Milena que, si bien no arreglaría su traumatismo craneal, la permitiría continuar sin mareos ni dolor. A Xuan le chutó algo de adrenalina, aunque el agente había perdido mucha sangre y su estado seguía siendo lamentable. La propia Olga, que solamente se encontraba algo dolorida, se inyectó un analgésico suave: todos tenían que estar en las mejores condiciones posibles, esa había sido la orden de Milena.

Cuando la puerta del cuarto de residuos se abrió con un siseo, el primero en asomarse fue Xuan. El agente acababa de colocar el segundo y último de sus cargadores en la pistola, y renqueaba algo al andar. Detrás de él, Dexter empuñaba su alargado destornillador. Milena caminaba tras el ingeniero, empuñando un pequeño taladro hidráulico que le había cedido Jonathan. La oficial sujetaba por el brazo a Olga, intentando tranquilizarla mientras avanzaban. La comitiva era cerrada por Jonathan, que sostenía aún su enorme llave metálica.

Teniendo en cuenta el diseño estándar de esta clase de cargueros, Dexter creía poder ubicar aproximadamente el emplazamiento de la sala de servidores. Aunque el ingeniero señaló el contratiempo de no poder contar con Lacey en aquel lugar, no les quedaba otra opción.

Para llegar a los servidores, debían cruzar un par de largos corredores y llegar hasta una escalera de servicios ubicada cerca del casco. A través de esa escalera, Milena no quería que quedasen atrapados en un ascensor, llegarían a la sala de servidores. Debían moverse rápido y en silencio para no atraer a ninguna de las horribles criaturas que habitaban el Aqveronte.

Surcaron los primeros corredores sin encontrar oposición, llegando hasta la zona donde se encontraban las escaleras de servicio. Como era de esperar, la puerta de acceso a las escaleras estaba cerrada, restringida al personal de mantenimiento de la nave. Tras retirar el panel de protección de la caja de circuitos, Dexter comenzó a manipularla. Un terrible chispazo le hizo retroceder, pero lo que de verdad le dolió fue el sonido de alarma que, acompañado de una luz roja y parpadeante, comenzó a emitir el dispositivo existente sobre la puerta.

Maldiciendo, Jonathan se dispuso a acometer la puerta por las malas: emplearían el pequeño cortador de plasma de su caja de herramientas para cortar los cerrojos y forzar la puerta. Mientras, Xuan apuntaba en dirección al pasillo, con Olga y Milena situándose tras él.

El repiqueteo metálico anunció la llegada de cuatro de aquellas aterradoras arañas-dron. Uno de los engendros llegaba por el suelo, otro por el techo y, los otros dos, cada uno por una de las paredes del corredor. El grito de horror de Olga llenó el pasillo al mismo tiempo que el sonido de los disparos de la pistola de fragmentación que empuñaba Xuan. Las chispas brotaron de una de las arañas-dron, que detuvo momentáneamente su avance.

Mientras Jonathan aplicaba el pequeño cortador de plasma a los cerrojos de la puerta, Dexter trataba de introducir la llave metálica para hacer ceder la plancha acorazada y que la puerta cediese. En aquel momento, por si la situación no era lo suficientemente crítica, tres zombies cibernéticos aparecieron también por el corredor. Tenían que darse más prisa.

Sin pensarlo dos veces, Olga agarró con ambas manos la herramienta que también empuñaba Dexter, ayudándole a hacer fuerza. Al tiempo, una de las arañas-dron llegó caminando por la pared del corredor hasta Milena. La mujer atacó al ser con su taladro, pero la broca resbaló sobre el caparazón metálico y la araña-dron le devolvió un pequeño corte en el brazo.

El arácnido al que había disparado Xuan, saltó sobre él, pero el agente logró esquivarlo. La araña-dron de la pared izquierda, atacaría a la vez a Olga, cayendo sobre su espalda para arrancarle un grito de terror más que de dolor. El bicho del techo cayó sobre Jonathan, aunque el mecánico ni siquiera abandonó su tarea de cortar la puerta con aquella araña-dron en la espalda.

Xuan volvió a disparar sobre aquel cachivache, pero aquella máquina agujereada seguía agitando sus afiladas patas para alcanzarle. Los sonidos de los disparos no silenciaron el chasquido del último cerrojo cortado por la herramienta de plasma de Jonathan, y la puerta se abrió ante el empuje de Dexter y su llave de palanca, la cual usó el ingeniero para golpear a la araña-dron que se había encaramado a la espalda del mecánico.

Mientras los zombies cibernéticos se acercaban cada vez más, Olga se desprendió del arácnido que la atenazaba y cruzó la puerta para correr escaleras arriba sin preocuparse para nada de los cortes sangrantes de su espalda. Inmediatamente el siniestro artefacto se arrojó sobre Dexter, que se debatía con él mientras Jonathan mantenía a su propio enemigo a raya con el cortador de plasma.

Milena y Xuan, por su parte, veían como dos de los zombies cibernéticos llegaban hasta ellos. Sin pensarlo, la oficial ordenó retirada al tiempo que ella misma echaba a correr hacia la puerta de las escaleras. Apretó los dientes cuando las falanges metálicas del zombie le rasgaron la espalda.

Xuan continuaba disparando sobre el amasijo de hierro que, a esas alturas, era la araña-dron... que aún así continuaba intentando alcanzarle. Zafándose como pudieron de las arañas-dron que les acosaban, tanto Dexter como Jonathan enfilaron las escaleras tras Milena mientras el agente protegía la retirada del grupo.

Otro zombie llegó hasta Xuan, rasgándole la piel del brazo con sus falanges metálicas. El agente retrocedía como podía, pero estaba rodeado por las cuatro arañas-dron y los tres humanoides biomecánicos. Justo al tiempo en que Olga llegaba a la tercera cubierta del Aqveronte por las escaleras, Xuan lograba escurrirse entre el mar de enemigos y correr por las escaleras.

Por suerte para el grupo, esta vez la puerta que daba acceso a la cubierta se podría abrir desde su lado. Primero Dexter, luego Olga y, por último Jonathan, accedieron a un nuevo corredor mientras Milena observaba como Xuan corría a toda prisa por aquellas escaleras perseguido por las cuatro arañas-dron.

Maldiciendo, el agente enfundó su pistola al comprobar que se había quedado sin munición. Corrió todo lo deprisa que pudo, dejando a aquellas arañas-dron atrás. Sonrió nada más llegar hasta su oficial, que le devolvió la sonrisa antes de que ambos cruzaran la puerta acorazada para luego cerrarla tras de sí.

Sin perder el tiempo, el grupo corrió a través de los corredores. Desde varias direcciones les llegaba el sonido de aquellos engendros cibernéticos moviéndose, estrechando el cerco en torno a ellos. Ni siquiera pudieron permitirse alguna sensación de satisfacción al encontrar la sala de servidores allí donde había dicho Dexter que estaría.

La puerta de la sala estaba, cómo no, cerrada. Afortunadamente, esta vez Dexter pudo manipular la caja de circuitos para producir un corto que abrió la puerta. Una vez todos pasaron al interior de la sala de servidores, cerraron la puerta manualmente para intentar que sus perseguidores no les encontrasen.

Hacía frío en aquella estancia. Decenas de torres de superordenadores, cada una de más de cinco metros de altura, despedían un leve zumbido mientras sus indicadores luminosos se encendían y apagaban. Jonathan y Dexter comenzaron a buscar algo con lo que hacer una barricada en la puerta, mientras Olga atendía las heridas del grupo. Finalmente, los ingenieros-mecánicos del Galatea soldaron sobre la puerta un par de planchas metálicas que habían arrancado de una de las paredes.

Milena estableció comunicación por radio con Lacey: necesitaba la guía de su operadora de sistemas si pretendía extraer información del núcleo de datos. Lacey, que continuaba sin éxito tratando liberar el Galatea, le indicó a su oficial dónde debía conectar su pad de datos para intentar acceder a los registros de la nave.

Como era de esperar, era necesario disponer de la autorización de seguridad correspondiente para acceder a dichos registros. Dado que Lacey no podía hackear el sistema en remoto, comenzó a guiar a Milena en el proceso. Aunque le llevó más tiempo del que hubiese deseado, finalmente la oficial logro doblegar el código con la ayuda de su operadora para acceder a los registros.

Cuando vio lo que allí había, casi hubiese deseado haber fracasado.

Según los registros del Aqveronte, el carguero había entrado en aquella extraña nube de gas y polvo cósmico hacía más de doce años. Inesperadamente, los sistemas del carguero habían comenzado a mostrar un funcionamiento anómalo.

Poco después, comenzaron las desapariciones de tripulantes. No hubo que esperar mucho a que se produjesen los primeros avistamientos de las arañas-dron, o “cafeteras” como las llamaban los tripulantes del Aqveronte. Los técnicos del carguero habían descubierto que los sistemas robotizados del taller del propio Aqveronte habían fabricado estos ingenios... lo habían hecho de forma autónoma. Todo parecía indicar que, además, los sistemas de la nave habían sido infectados con un extraño subcódigo que parecía funcionar como algún tipo de inteligencia artificial que se estaba haciendo con el control.

Los sistemas de soporte vital cayeron poco más tarde, justo cuando los horrorizados tripulantes descubrieron lo que pasaba con quienes desaparecían en aquella nave: los cadáveres de los tripulantes eran trasladados por las arañas-dron hasta los talleres, donde el propio Aqveronte los transformaba en zombies cibernéticos, a los cuales los registros se referían como “mecapodridos”.

Los últimos supervivientes del Aqveronte se habían refugiado en el puente de mando, embutidos en sus trajes de vacío y con los pocos operadores de sistemas que quedaban con vida trabajando a contrarreloj para doblegar a aquella IA maliciosa que había infectado su nave.

Los registros terminaban ahí.

Los compañeros permanecieron un rato en silencio. Después, Milena comenzó a hacer preguntas a Lacey acerca de lo que acababan de descubrir. Según explicó la operadora, era sumamente improbable que pudiesen purgar el código malicioso, ni del Aqveronte, ni siquiera del Galatea. Todos los sistemas parecían estar infectados y había poco que hacer al respecto.

Sin embargo, podía haber una salida: las cápsulas de evacuación de la nave se mantenían al margen de los sistemas de la nave, ya que su funcionamiento era básicamente manual. Si bien las compuertas que debían abrirse para desalojar dichas cápsulas sí dependían de los sistemas de la nave, se podían forzar con algo de tiempo y pericia.

Tras escuchar atentamente a Lacey, Milena propuso al grupo intentar llegar hasta el muelle de evacuación. Allí, Dexter y Jonathan se deberían encargar de forzar las compuertas de lanzamiento para que, posteriormente, las cápsulas de evacuación fueran lanzadas.

Pero, como bien señaló Olga, ese plan tenía un problema: las cápsulas debían ser lanzadas manualmente, por lo que uno de ellos debería quedarse en el Aqveronte para que los demás pudiesen escapar.

Milena intentó hacer valer su cargo para que fuese ella la sacrificada, pero Dexter, Xuan y Jonathan se negaron. Olga permaneció en silencio. Finalmente, los compañeros hicieron un rápido sorteo que resultó con Dexter como el elegido para facilitar la huida de los demás tripulantes.

Así, Milena estableció una ruta hacia el muelle de escape, situado dos cubiertas por debajo, que pasaba cerca del muelle de carga, donde debían reunirse con Lacey. La operadora se vería obligada a abandonar el Galatea y cruzar un largo tramo de corredores por su cuenta, pero era la opción más viable para que el grupo sobreviviese.

Después de que Dexter y Jonathan desbloqueasen la puerta de la sala de servidores, los compañeros salieron al pasillo. Xuan, sin munición, empuñaba ahora un pedazo de tubería que Jonathan había cortado de una de las paredes de la sala de servidores. Sin perder el tiempo, volvieron a cruzar los corredores en dirección al casco, buscando otra de las escaleras de servicio de la nave.

Apenas habían divisado la puerta cuando hasta cinco arañas-dron comenzaron a llegar desde distintos corredores. Xuan y Milena se pusieron al frente, listos a repeler a los artefactos mientras Olga se mantenía tras ellos, protegida. Sin perder el tiempo, Dexter y Jonathan se aplicaron a la puerta, que estaba cerrada desde aquel lado.

Milena blandió su taladro sin demasiado éxito, recibiendo además varios cortes en los brazos a causa de las afiladas patas del arácnido. Por su parte, Xuan golpeó con su tubería la parte superior del caparazón de otra criatura que, aunque sufrió bastante daño, devolvió un buen corte al agente.

Dexter retiró rápidamente la cubierta metálica de la caja de circuitos de la puerta, justo cuando un zombie cibernético aparecía al final del corredor. El ingeniero fue rápido al efectuar la derivación, y la puerta se abrió con un siseo. Jonathan, por su parte, dio un paso al frente y aplicó el cortador de plasma sobre lo que creía que era el rostro de la araña-dron que trataba de ensartar a Xuan. Tras un chisporroteo con olor a cable quemado, el ser se desplomó inmóvil.

Xuan retrocedía, acosado por dos arañas-dron que laceraban sus brazos mientras intentaba interponer la tubería que empuñaba. Milena mantenía a raya a las arañas con su taladro, dañando las afiladas patas cada vez que alguna se acercaba demasiado. Olga ya había ganado la escalera y comenzaba el rápido descenso hacia los niveles inferiores.

El zombie cibernético llegó hasta Milena, sujetándola del brazo con el cual sostenía el taladro. La oficial dejó caer la herramienta y logró zafarse. Sin embargo, cuando corría a hacia las escaleras, el zombie la agarró de la parte posterior del traje y la arrojó con violencia contra la pared. La sangre manó de la boca de la mujer, salpicando el cristal de su escafandra.

Mientras Xuan apaleaba con su tubería a una de las arañas-dron hasta arrancarle dos de las patas, Jonathan ayudaba a levantarse a Milena y la empujaba hasta las escaleras. Por desgracia para el hombretón, el zombie cibernético le agarró por detrás y, aunque pudo liberarse, se llevó un terrible mordisco en el hombro.

Dexter ayudó a Milena a descender, destrepando la estrecha escalera tras ella en el mismo momento en que dos de las arañas-dron se abalanzaban sobre Jonathan, produciéndole terribles heridas en las piernas y el costado. El hombretón empleó el cortador de plasma para cercenar una de las patas de la criatura.

Olga llegó al nivel de los muelles, pero esperó a Dexter y Milena antes de abrir la puerta para no internarse sola en los corredores. Fue todo un acierto, porque fueron recibidos por un arácnido cibernético. Mientras, dos niveles por encima, Xuan utilizaba su pedazo de tubería para empujar hacia atrás al zombie cibernético y ganar algo de distancia.

Mientras Olga colocaba en su sitio el hombro de Milena, que se había salido cuando la mujer fuese arrojada contra la pared del corredor, Dexter empuñaba su destornillador contra el ¿rostro? Metálico de la araña-dron. Inutilizando una de las cuatro cámaras que servían de ojos a la criatura.

Jonathan pateó a las arañas cibernéticas, alejándolas hacia atrás mientras dos niveles por debajo Olga inyectaba adrenalina en la espalda de Dexter, que seguía intentando mantener a raya a la araña-dron con su alargado destornillador. Al mismo tiempo, Xuan seguía alejando al zombie biomecánico con ayuda de su tubería. El agente no tardó en lograr abrir un hueco entre sus adversarios y llegar hasta la escalera, deslizándose por ella hacia los niveles inferiores.

Jonathan intentó seguirle, pero una de las arañas-dron le trabó las piernas, haciéndole caer de bruces al suelo. Antes de que el mecánico pudiese incorporarse, las afiladas patas del segundo arácnido le atravesaron desde la espalda, clavándole al suelo. Con una larga exhalación, Jonathan perdió la vida.

El destornillador de Dexter volvió a hendirse en el rostro de la araña-dron, haciéndola retroceder con un chisporroteo brotando de su parte frontal. Mientras la araña arañaba el muslo del ingeniero, Olga logró rodearla para esprintar hacia el corredor. Milena siguió a la científica, aunque el esfuerzo hizo que vomitase otra gran cantidad de sangre dentro de su escafandra: comenzaba a costarle respirar y sospechaba que tenía alguna lesión interna bastante grave.

Xuan decidió conseguir algo de tiempo para sus compañeros y, con gran satisfacción, comprobó como el golpe de tubería reducía a pedazos a la primera araña-dron que bajó por la escalera, aquella a la que había estado aporreando sin piedad dos cubiertas más arriba. Un segundo después, Dexter incrustaría hasta el mango su destornillador en uno de los “ojos” del arácnido con el que combatía: el ser se desplomó súbitamente emitiendo un estridente zumbido.

Tres arañas-dron más se dejaron caer desde las cubiertas superiores por el hueco de la escalera de servicio, aterrizando sobre Xuan, que se desplomó bajo el peso de los ingenios.

Olga continuó su carrera hacia el muelle de carga, seguida por Milena y Dexter; aunque la científica tuvo que frenarse en seco ante la presencia de otra de aquellas arañas-dron bloqueando el pasillo. Casi al mismo tiempo en que su oficial y el ingeniero jefe la alcanzaban desde retaguardia, una nueva y aterradora visión se hizo presente en el corredor.

Se trataba del doctor Zachary... o una aberrante versión biomecánica del mismo. Su cadáver descarnado estaba ahora surcado por innumerables cables, piezas metálicas y circuitos. Sus ojos inexpresivos les miraban mientras sus pesados y torpes pasos dirigían a esa cosa hacia ellos.

Metros atrás, Xuan se debatía con las tres araña biomecánicas cuando el zombie cibernético cayó también desde la cubierta superior. Por suerte, esta vez el agente pudo apartarse a tiempo. Su vista se nublaba y sabía perfectamente que, dada la gravedad de sus heridas, solo la pura adrenalina le mantenía consciente.

Olga decidió confiar de nuevo en su velocidad para colarse entre la araña-dron y el mecaZachary, pero el zombie le propinó un fuerte revés con el brazo que la hizo rodar por el suelo. Antes de que pudiera incorporarse, el monstruo la pisó fuertemente el pecho. La mujer pudo oír perfectamente como se le quebraban un par de costillas.

Xuan gateó para alejarse del zombie cibernético. Intentaba ponerse en pie cuando las patas de dos arañas le perforaron la espalda. Un tercer arácnido se uniría para, desde atrás, hendir su afilada para en el costado del hombre, que ni siquiera estaba ya vivo cuando el zombie biomecánico le arrancó la cabeza con sus manos.

Milena acercó su taladro al rostro de lo que un día fuese el doctor Zachary, logrando hacer una fea herida en él antes de que la criatura la sujetase el brazo, frenando aquella broca que pretendía horadarle el cráneo. En ese momento, Dexter apareció al lado, agarrando a la mujer por el cinto para tirar de ella, liberándola del zombie y haciéndola rodar pasillo adelante.

La araña-dron proyectó una de sus patas, trazando un profundo corte en el muslo del ingeniero, quien blandía amenazadoramente ante él su destornillador. Los tres arácnidos que habían acabado con Xuan ya corrían por aquel corredor, acercándose desde retaguardia. Dexter apenas tuvo tiempo de gritarle a Olga que corriese antes de que el que fuese Zachary le atravesase el pecho con uno de sus brazos biomecánicos.

La orden del ingeniero no hubiese sido necesaria, pues la científica ya corría por aquel pasillo en pos de Milena. Olga había aprovechado la atención que los engendros biomecánicos habían centrado en Dexter para pasar entre ellos. Las dos mujeres corrían por el pasillo mientras la oficial le gritaba por radio a Lacey que se reuniese con ellas en el muelle de carga.

Contra todo pronóstico, Lacey no encontró oposición en los pasillos de servicio para llegar hasta el muelle de carga y, para cuando sus compañeras llegaron, ya se encontraba allí armada con una enorme palanca de acero. Con horror, comprobó cómo estas eran perseguidas por un grupo de cuatro arácnidos mecánicos y dos zombies cibernéticos. Además, a través de los diversos pasillos les llegaba el inconfundible sonido de decenas de criaturas más acercándose desde varios puntos.

Sin tiempo que perder, las tres enfilaron a toda carrera el corredor que debía llevarlas hasta el muelle de escape. Aunque tuvieron la suerte de encontrar el camino despejado, la puerta del muelle se encontraba cerrada. Lacey no perdió el tiempo y tras conectar su terminal de muñeca al panel de control de la puerta con un delgado cable, comenzó a intentar hackear el sistema de apertura.

Cuando las arañas-dron se echaron sobre ellas, fue Milena quien se interpuso ante sus compañeras empuñando su taladro eléctrico.

Aunque el sistema de seguridad era bastante bueno, Lacey logró hacer que la puerta se abriera con un siseo. Lamentablemente, la operadora no pudo ahogar el grito que surgió de sus labios al encontrar a un zombie cibernético al otro lado. Una vez más, Olga intentó eludir a aquel humanoide biomecánico para entrar en el muelle, pero esta vez el engendro la sujetó con su fuerte mano por el cuello para estamparla contra el techo, reventando su cráneo como una fruta madura.

Con los ojos inundados en lágrimas, Lacey volvió la vista atrás solo para comprobar que Milena era despedazada por las cuatro arañas-dron que la rodeaban. Por el pasillo, casi una docena más de aquellos ingenios se acercaba, acompañada por siete u ocho zombies cibernéticos entre los cuales estaba su viejo amigo Zach.

Se desplomó de rodillas, derrotada, mientras llevaba sus ojos a aquellas cápsulas de evacuación que estaban tan sólo a una decena de metros y ya no podría utilizar nadie: de todos modos hacían falta dos personas, una que escapase en la cápsula y otra que se quedase atrás para liberarla manualmente.

Se acabó...

Fue el último pensamiento de Lacey Clarck, antes de ser despedazada por un sinfín de engendros biomecánicos.

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